UN CAFÉ PARA EL TIBIO OTOÑO (2)

La romántica invitación, la cual conocemos al dedillo y tendrá eco por siempre, cuando doña Florinda invita a su amor platónico, el mítico profesor Jirafales (el saltillense don Rubén Aguirre), en la Vecindad del Chavo“ ha pasar a departir charla con una tacita de café“, sin duda, la mayoría de los mexicanos y, claro, en el mundo entero, la seguimos repitiendo todos los días al levantarnos y apenas al desperezarnos. El ritual es bello: encender la cafetera, tostar el café (ni muy fino, ni muy rudo), olerlo cuando escurre el hilo de café en su vaso receptor y luego la maravilla de disfrutarlo en el gaznate seco. Caramba, a uno le dan ganas de vivir apenas al tomar el primer sorbo. Y no hay nada mejor que un buen café para entibiar este tibio otoño. El clima de Saltillo ya no es aquel clima frío y letal con el cual crecimos los saltillenses, no más. Ahora es tibio, acaso fresco.

El café, usted lo sabe lector, debe de ser fuerte, amargo, que duela en el gaznate y sin endulzante alguno. Cuenta don Armando Fuentes Aguirre en una de sus conocidas tallas, que en ese lugar cercano al paraíso, Potrero de Abrego“, un lugareño, al ver que un caballero recién llegado a vacacionar y pasar unos días allí no paladeaba café mañanero alguno, le inquirió al momento: Y luego, tú, ¿con qué te desapendejas?“ Quien esto escribe bebe interminables tazas de café toda la mañana y hasta las doce del mediodía para medio desapendejarse“. No siempre lo logro, es la verdad.

Un incipiente otoño se adivina en el paisaje al escribir estas notas, este elogio del café. Con frío o sin él, se antoja siempre una taza de café; pero, claro, es más placentero cuando el viento hostil del norte llega y nos hace entibiar las manos con la humeante taza de un reconfortante café. ¿Cuál cafetería prefiere usted, estimado lector? ¿A cuál es asiduo? A un café se va a platicar el tópico de moda, se va a despellejar al vecino o al político. Se van a llorar penas,pero se brinda con alegría. ¿Qué tipo de café prefiere usted? Un café fuerte y amargo, como el expreso, o acaso uno con leche. Tal vez un capuchino. O bien, ¿un café helado?

Con frío o sin él, se antoja siempre una taza de café; pero, claro, es más placentero cuando el viento hostil del norte llega y nos hace entibiar las manos con la humeante taza de café.

El éxito del café es su componente primigenio: la cafeína. Y cafeína tiene el té, los refrescos de cola œ de los cuales igual me considero devotoœy ahora, luego de ser introducidos en el mercado americano, las llamadas bebidas energizantes“. Al parecer, afecta notablemente al organismo.

Es la droga psicoactiva más popular del mundo. Está permitida legalmente y se vende en todo lugar: es la cafeína. Y la cafeína, un buen café a todo mundo ata. El café sirve para mitigar la fatiga, nos mantiene alertas y, si su usted va a trabajar de noche, ayuda a la vigilia. Ayuda y contribuye a mantenerse despierto en un mundo que no, ya no duerme. Nuestros hábitos han cambiado, todo ha cambiado. Los historiadores cuentan que en el siglo VI a de C., el filósofo oriental Lao Tsé, el padre del tao, recetó a sus discípulos el beber infusiones de té para mantenerlos alertas y predispuestos a su nueva doctrina religión. Lo logró.

Usted también lo sabe: tiene tanta influencia el café en nuestra historia, que en Las Mil y una Noches“, ese otro Corán de oriente, al deleitarse con su infusión en una noche, se cuenta que Mahoma recuperó tal vigor y audacia que desarmó él solo a 40 hombres y, claro, pudo hacer felices“ a 40 mujeres (número cabalístico por excelencia en la Biblia y el Corán). Caramba, un semental este profeta.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.