TUS ACCIONES, TUS SEMILLAS ¿CÓMO HAN DE SER TUS FRUTOS?

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-Nunca olvides que en la vida recibes lo que un día sembraste-

 

Francis Cristophe nació en 1933, el año en que Hitler tomó el poder.

Cuando ella tenía 8 años se encontraba junto a su madre en Bergen Belsen, un campo de concentración. Ella al ser hija de prisioneros de guerra, era considerada cómo privilegiada, es por eso que cuando su madre ingresó al campo, pudo llevarse un pequeño saco con dos onzas de chocolate, que atesoraba cómo su joya más preciada. Su madre lo guardaba para cuando Cristophe se sintiera mal y eso pudiera devolverle un poco la alegría.

Había entre ellas una mujer deportada que estaba embarazada, pero no se notaba porque estaba muy delgada. El día del parto, la madre de Cristophe fue a la enfermería y antes de irse, le dijo: ¿Te acuerdas de las 2 oz de chocolate? A lo que ella contesta: Sí mamá. Y ella le pregunta de nuevo… ¿Cómo te encuentras? “Bien mamá”, contestó Cristophe. Entonces si me lo permites, decía su madre, voy a darle este trozo de chocolate a nuestra amiga Helene, porque pariendo aquí, tal vez podría morir y quizás le ayude… “Si mamá cógelo”. Helene dio a luz a un bebé pequeñito, el cual desde el día que nació, jamás lloró hasta el día de su liberación que fue llevado a Francia, seis meses después.

Años después, Cristophe quiso dar una conferencia sobre el tema: ¿Y si hubiera habido psicólogos en 1945, cómo habría sido todo? En la cuál, al final, después de grandes reflexiones, se le acercó una mujer que le dijo: Yo vivo en Marsella y soy psiquiatra, y tengo algo que darle usted. La mujer sacó de su bolsa una onza de chocolate y le dice: yo soy la bebé.

Esta historia llena de bondad, aun dentro de momentos donde había tanto dolor, nos recuerda y vivifica, que cada obra llena de amor en la que uno se desprende de si mismo, siempre hecha raíz.

Hoy por hoy, en la sociedad que nos hemos convertido, pudiera parecer que el egoísmo se apodera en algunos, pero no hemos de dejar que nos consuma, porque nos va carcomiendo y amargando poco a poco.

Es importante detenernos y  preguntarnos… ¿Cómo son mis acciones constantes? ¿Qué suelo sembrar en mis relaciones diariamente?

Porque es verdad que como diría una famosa frase… “Lo que hoy seas capaz de sembrar, será lo que mañana cosecharás. Tu futuro depende de lo que realices en tu presente. Eres libre de tus actos pero no de sus consecuencias.”

Alejandro Jodorowsky decía que “Saber vivir es hacer lo mejor que podemos con lo que tenemos en el momento en el que estamos.” Y coincido con él en que durante cada etapa de nuestra vida, creamos algo. Creamos con nuestras experiencias, actitudes, acciones, obras, pensamientos y palabras.

Hace unos meses, mi mamá me compartió este poema llamado “Cosecha” que me parece tan certero para reflexionar en la actualidad. Ya que es urgente recordar, que todo de lo que hagamos tiene un eco, y este hará eco en la eternidad.

Y cómo diría el poema,

Quien planta un árbol, cosecha alimentos.

Quien planta flores, cosecha perfume.

Quien siembre trigo, cosecha pan.

Quien siembra amor, cosecha amistad.

Quien siembra alegría, cosecha felicidad.

Quien siembra verdad, cosecha confianza.

Quien siembra fe, cosecha certezas.

Quien siembra cariño, cosecha gratitud.

No obstante, hay quienes prefieren sembrar tristeza y cosechar amarguras.

Plantar discordia y cosechar soledad.

Plantar ira y cosechar enemistadas.

Plantar injusticia y cosechar abandono.

Somos sembradores conscientes, repartimos diariamente millones de semillas a nuestro alrededor. Si sembramos las correctas tendremos motivos suficientes para agradecer…”

¿Qué estoy sembrando? ¿En qué está mi mirada? ¿Qué dicen mis actos?

¿Qué me roba la paz o me hace plantar actitudes que hieren o destruyen?

¿Cómo están mis relaciones? ¿Cómo es mi relación con Dios?

¿Qué siembro en mi familia, alegría, discordia, separación, dudas, gozo, compañía?

¿Qué siembro en mis amistades, colegas, o personas con las que convivo?

¿Siembro alegría, actos de bondad, o por el contrario, crítica, envidia, negatividad, soberbia?

En ocasiones parece que muy pocas cosas nos bastan para ser felices y nos dedicamos a sembrar confusiones y cosas que sólo alejan la paz.

Nuestra vida es como una obra de arte que vamos construyendo a pinceladas. Todo lo que hemos hecho, hagamos y haremos, regresará a nosotros multiplicado. Cuida de tus palabras y cuida tus hechos, aún cuando tu creas que una persona merezca el mal, envíale amor. El dar engendra el recibir y el recibir engendra el dar. Siembra y da con amor. Esta convicción de vida hará que fluyan cosas maravillosas en tu vida, y te permitirá mirar con otros ojos todo lo que te suceda.

Toma esa decisión y comprométete a sembrar en tus padres, en tus hijos, en tu familia, en tu ambiente, con quién te topes día con día. Que las semillas que tu esparces sean sonrisas, reconocimiento, consuelo, acompañamiento, amor.
En tu dar, siembras, y en esa calidad, cosecharás, tarde o temprano.

Marijose César

Mamá, esposa, terapeuta y coach Internacional por la Escuela Internacional de Coaching en España y en New York University, Certificada en Superar pérdidas emocionales por The Grief Recovery Institute. Experta en Comunicación asertiva.