Superhéroes terrenales

Ni siquiera juntando todo el tiempo vivido durante todas nuestras vidas podríamos terminar de agradecerles todo lo que hacen

Todos, sin excepción, fuimos pequeños alguna vez; el mundo se veía inmenso y no podíamos esperar a ser parte de toda esa grandeza. Copiábamos los movimientos y acciones de los adultos, tratando de encajar, pensando que faltaba una eternidad para convertirnos en lo que otros pequeños admirarían tiempo después. Entonces, nos encontrábamos en casa, haciendo de todo, viviendo la vida sin angustias ni preocupaciones y sintiéndonos amados, incluyendo el amor que sentíamos (y que, por fortuna, muchos conservan) hacia nosotros mismos. Finalmente, el caer el Sol, el último de los acontecimientos, quizás el más esperado de todos, sucedía; la manija de la puerta principal giraba y daba entrada al ser que más admirábamos, el superhéroe de muchos, dejando cualquier otra cosa de lado para correr a sus brazos gritando “¡Ya llegó papá!”. Póngase cómodo, querido lector, sobre todo los festejados, pues pretendo robarme su atención por un buen rato.

En dos días es la celebración anual a la persona que es vivo ejemplo de perseverancia, entrega y tiempo invertido gracias al cual podemos sostenernos de la manera en que lo hacemos. Diría que es el “reconocimiento anual” hacia su persona, pero ese lo tiene intacto todos y cada uno de los días del año, pues, más que habérselo “ganado”, lo tiene totalmente merecido. Aunque la mayor parte del tiempo se encuentre fuera de casa, sabemos que todo lo que hace es por y para nosotros, que somos el brillo de sus ojos y su motivación en cada despertar.

Al igual que lo mencioné en el pasado día de las madres, todos tenemos una circunstancia distinta y nuestros significados pueden variar dependiendo de ella. En mi caso, me dicen “papá” y veo inmediatamente a un hombre incansable, amoroso y entregado absolutamente a todas las cosas que realiza y con todas las personas que conformamos su vida, siendo él un pilar de la nuestra. Sin embargo, para tantos otros, “papá” se llama mamá, y ha puesto exactamente la misma entrega y prioridad en sus hijos, dándoles todo lo que, en la medida de lo posible, se encuentra en sus manos, e incluso más que eso.

“Papá” es también, para muchos, la figura de un abuelo, quien, con su eterna sabiduría y experiencia que ha adquirido con el pasar de los años, formó hombres y mujeres de bien por segunda vez en su vida, enseñándonos que, al final, lo importante es el tiempo que uno pasa alrededor de quienes más ama. Así mismo, muchos afortunados no sólo tienen un papá, sino que tienen dos, quienes son ejemplo de respeto y amor hacia la diversidad. Un hermano, un tío o la persona que voluntariamente adoptó ese papel; ese ser humano que dibujamos con una capa y súper poderes cuando en algún lugar nos pedían la referencia, es a quien celebramos hoy, pasado mañana y todos los demás días que el tiempo nos permita pasar a su lado.

Al igual que ser madre, ser padre no radica en compartir los genes y la sangre, sino en compartir momentos, consejos; en compartirse por completo y sin condición más que la de, sobre todas las cosas, ser la imagen de lo que quisieran que se convirtieran sus hijos, pues ustedes se convirtieron, tomando los aciertos y desaciertos, en la que el destino les regaló como ejemplo. Ni siquiera juntando todo el tiempo vivido durante todas nuestras vidas podríamos terminar de agradecerles todo lo que hacen y han hecho, pero sí podemos asegurarles que los haremos sentir orgullosos, aunque sabemos que siempre lo han estado. Gracias por existir.

María Treviño

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.