Suicidio de un hincha Tigre

Nota: al cierre de la edición, el estado físico de la víctima es incierto para el autor, pero para los fines alegóricos del escrito, la agresión es motivo suficiente.

El hombre del cabello largo no es un asesino solitario. El rostro crispado, su agresivo mirar y el salvajismo de todo su lenguaje corporal, ilustran de forma perfecta la estupidez y cobardía de la masa; esa sí, homicida con arma blanca, a patadas y pedradas, de un indeseable fanático del fútbol, o en otro tiempo y lugar de este mismo país y época, de presuntos secuestradores (luego hallados inocentes) quemados vivos; ese tumulto de gente enojada con la vida y resentida con el mundo, esa horda desquiciada que se convierte en jurado, juez, y verdugo, de violadores y raterillos.

No tardaron los falsos discípulos de Montag en rociarle gasolina al fuego, llamando nacos y chairos, trogloditas y neardentales a quienes se apasionan por el fútbol, esos pensantes cuya estrechez de criterio no les da para entender que el enfrentamiento en la periferia de los contextos geográfico, deportivo, social y económico en torno al clásico regio, poco tiene que ver con un domingo de fútbol, y mucho tiene que ver con los días de la semana vistos desde el arrabal, desde la aglomeración del transporte público o desde la maquila incesante, esclavizante y mata-aspiraciones.

Los videos publicados en medios de comunicación y redes sociales, son suficientes para que la autoridad encuentre y enjuicie a unos cuantos representantes de la masa asesina. Pero mi pensar sigue varado en esas imágenes, y tomando algunas licencias de las leyes de la física, pero sobre todo abusando de las anuencias que permite el intentar escribir desde el realismo mágico, aventuro un pensamiento con el único propósito de encontrar empatía con la víctima, jamás en el afán de ser abogado del diablo y menos de ser irreverente:

Un momento antes de ser alcanzado por sus enemigos, veo a la víctima lanzar una piedra con la misma saña, intención y odio con que luego fue atacado. Pero las imágenes son tan confusas que se pierde el foco del ataque por instantes, y en esa ventana de elipsis me atrevo a pensar que fue tanto su impulso para lanzar esa piedra, le puso tanto coraje, tanto ardor y complejos, que no podemos apreciar como esta roca se siguió de largo, y siguió y siguió…y le dio la vuelta al mundo al ras de su circunferencia, atraída por la gravedad; y viajo con la velocidad de la injuria y la fuerza del rencor para regresar al mismo sitio de dónde salió. Y por supuesto, mató de certero golpe a quien antes la hubo arrojado.

Y si el atacante de largo cabello y múltiples tatuajes lleva en su rostro a la estúpida masa asesina, entonces la víctima que huye despavorida luego de lanzar la piedra, tiene la cara del Yo, de mí y de ti; y se convierte en suicida al morir de una pedrada, repleta de sus huellas dactilares.

cesarelizondov@gmail.com

El autor

Escritor saltillense, ganador de un Premio Estatal de Periodismo Coahuila. Ha escrito para diferentes medios de comunicación impresos de la localidad.

César Elizondo

Escritor saltillense, ganador de un Premio Estatal de Periodismo Coahuila. Ha escrito para diferentes medios de comunicación impresos de la localidad.