SOBREVIVIR SIN CERVEZA, UN ACTO DE HEROÍSMO

JESÚS CEDILLO

En la vecina ciudad de Monterrey, en zona de guerra, es decir, la zona centro, circulan varias playeras con la siguiente leyenda impresa:Yo sobreviví a la escasez de cerveza de 2020″.  Valen una bicoca y todas tienen variantes en su diseño. Algunas con un gran tarro de cerveza, otras con un tipo medio briago, apunto de derrumbarse y botella en mano; en fin, lo importante es precisamente el detalle: no se publicita como heroísmo haber sobrevivido o estar sobreviviendo a la pandemia del bacilo chino, sino el haber sobrevivido a dos o casi tres meses sin cerveza en los expendios y supermercados. Caray, les doy la razón: algo de qué presumir para la posteridad. 

Lo he leído al parecer en un libro de Marvin Harris: las levaduras, esenciales para la producción del pan y la cerveza, cuando se descubrieron (por intuición), fueron lo que hizo posible que el ser humano dejara de lado el nomadismo (pueblos primitivos), se convirtiera al sedentarismo, empezara a meditar, a pensar y así, con el paso del imbatible tiempo, llegar a lo que usted y yo hoy disfrutamos: las grandes ciudades y civilizaciones. Eso llamado el avance de la humanidad. 

Lo dije en tres o cuatro líneas, pasaron milenios para ello. Los egipcios bebían cerveza y mire usted el tamaño de lo que fue su civilización. El beber, el sentarse a beber cerveza y dejar que ésta bebida atrayente, embriagante, fresca, agradable y mareadora nos embote los sentidos, nos hizo sabios. Cien años antes de Cristo, el filósofo Ficino lo dijo: “El hombre se hace sabio sentado.” Y qué mejor actividad para hacerse un hombre culto, de conocimientos variados, sabio –valga la buena paradoja de por medio: la actividad de estar inmóvil– que sentarse a pensar, a meditar, mientras se disfruta de un buen tarro de gratificante cerveza (soy fanático de la Cerveza Indio o Negra Modelo, a discreción) en la diestra. 

Usted y yo lo hemos repasado aquí, lo voy a recordar rápidamente. Si tomamos la Biblia como uno de los varios orígenes y semillas de la humanidad, usted recuerda que el primer milagro que realizó públicamente el maestro Jesucristo fue uno de tipo gastronómico: convirtió el agua en vino en una boda (Juan 2.1-11). Es decir, la metáfora propuesta es obvia: Jesús convierte el agua de unas tinajas (agua bautismal, pura y espiritual) en un vino agradable (vitalidad embriagadora) que posibilita la charla dilatada, el convite en sociedad, el ágape, el brindis, el chocar los tarros fraternalmente, sin tener nada de culpa en este placer epicúreo.

Ahora bien, note usted que el maestro de Nazaret trazó con su vida un arco de destino tan manifiesto, que pasa desapercibido para todo mundo que va al Templo o a la Iglesia a recitar un rito sin meditar (ecolalia): transformó el agua en vino y compartió el fiestón de las bodas de Canaán  (cena, baile y tragos), y cuando fue al matadero en el Monte Calavera, un día anterior, invitó a sus discípulos a… cenar y beber. La bebida (vino, agua, cerveza) como centro del universo de la tertulia. Charla, placer compartido, risa, camaradería y… evolución de los involucrados: la tribu toda.

En su momento, la cerveza, su producción y distribución fue catalogada como una actividad no esencial para el país y todo se paró. Hoy ya vamos disparados para las 100 mil muertes por COVID-19 en México y no hay control del bacilo. Hubo más de 250 muertes de hombres y mujeres por beber alcohol adulterado al no haber cerveza fría en los expendios. ¿Culpables de todo esto? Sin duda, Andrés Manuel López Obrador y sus miopes políticas de salud pública.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.