SEGUIR PERSIGUIENDO LA CHULETA…

SALPICVON

Dos textos aquí editados en días pasados causaron su buena lectura y ecos con su servidor, señor lector. Fueron los del ayuno (luego de la ingrata glotonería y nada de moderación de fin de año) y el de perseguir, corretear la chuleta (como decimos los mexicanos coloquialmente). Me llegaron apostillas y comentarios de ambas columnas. Agradezco sus palabras. En cuanto a volver a explorar el ayuno como alimento (no hay contradicción de por medio, se lo voy a probar), le estoy preparando dos textos al respecto. Deme oportunidad y aquí los va a leer.

En cuanto al tema que encabeza esta nota, pues sí, hay que seguir en este año y mientras estemos vivos, correteando el pan diario, la chuleta, los frijoles, el pan y la tortilla. Todo de precio por las nubes, usted lo sabe. Y sí, Gabriel García Márquez como otros autores, pienso en Michel de Montaigne, en Marcel Proust, Mario Vargas Llosa, en Tomás Eloy Martínez, son inagotables. Lo que se les quiera “preguntar”, usted encontrará respuestas muy puntuales en su obra.  

En “El General en su laberinto” (1989), al santo patrono de Aracataca, Colombia, García Márquez, novela de corte histórico dedicado a ese héroe y personaje latinoamericano llamado Simón Bolívar, al recrear los últimos días del “libertador de América”, malogrado como todos los héroes, cuando el séquito del libertador y éste llegan al puerto de Mompox, Colombia, donde los detiene la policía sin reconocer al generalísimo y luego del craso error y al “descubrir” la identidad del afectado y al creerlo aún Presidente (en aquel entonces las noticias viajaban en burro), lo escoltan y preparan un banquete en desagravio. 

¿Sabe el lector como agasajan a tan ilustre visitante? Un platillo de alboronía, una fritada de berenjenas, tomates, calabaza y pimientos picados y bien revueltos. En García Márquez no sólo hay abuelitas voladoras de 125 años de edad y vacas y otros rumiantes las cuales amanecen en los balcones de los Palacios de Gobierno de la Patria en días soleados, no; pienso en la obra de García Márquez y al hacerlo, no puedo dejar de evocar a ese hombre casi monástico, Michel de Montaigne el cual desde su torre afilada, desde su buhardilla y torreón al igual de Frederich Holderlin vio pasar la vida y sólo escribían. Y al hacerlo, dejaron la cifra exacta y el nombre de todo lo conocido en sus escritos con el fin de, como en la Biblia, abrir sus libros al azar, hacer una pregunta y recibir respuesta. 

¿Gastronomía, banquetes, buen café, lluvia torrencial y el calor pegajoso y tropical anudado al sudor de nuestras blusas y lamentos? García Márquez lo tiene. En “Cien años de soledad” se lee: “El letrero que colgó en la cerviz de la vaca era una muestra ejemplar de la forma en que los habitantes de Macondo estaban dispuestos a luchar contra el olvido: Ésta es la vaca, hay que ordeñarla todas las mañanas para que produzca leche y a la leche hay que hervirla para mezclarla con el café y hacer café con leche. Así continuaron viviendo en una realidad escurridiza, momentáneamente capturada por las palabras, pero que había de fugarse sin remedio cuando olvidaran los valores de la letra escrita.”

¿Ha notado usted lo siguiente: en los textos del Gabo llueve más a toda la precipitación pluvial en un año en Saltillo? Estamos en pleno “invierno” y nos estamos derritiendo en un soporífero calor muy parecido al de “Semana Santa.” Puf. 

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.