RECETARIO MÁGICO (3)

CEDILLO

Gracias por leerme y atender estas letras dominicales, señor lector. ¿Cuánto he leído y visto en mi ya larga vida? Pues, caray, nunca lo suficiente. Un atento universitario habló conmigo con respecto al díptico (hoy tríptico) aquí esbozado y en específico me hizo la acotación de la planta la cual reseñamos en el texto pasado: la mandrágora. 

La mandrágora, lo vimos, es recomendada en la Biblia (Antiguo Testamento) para la fertilidad de una mujer (Génesis 30:14). Michael Heinrich, de la UCL, dice de esta planta: “Si uno la consume, alucina, se marea y el ritmo cardiaco se acelera; además podría alterarse la visión y cognición. Si la dosis es suficientemente alta, puede matarte”. Y también, si usted recuerda, le dije que la mandrágora aparece en varios textos literarios ya bien como veneno, ya bien como pócima mágica, ya bien como tónico. Es el caso en que la manejan William Shakespeare, Gustav Flaubert, Antonio de Galicia y Rivera, Charles Baudelaire… por citar algunos ejemplos a la mano. 

Pues bien, este atento lector universitario me acota que también aparece en la autora hoy tan leída: J.K. Rowling. Específicamente en su texto y luego cinta “Harry Potter y la Cámara Secreta”. El lector me manda vía email lo siguiente: hay un personaje, la profesora Sprout, quien le muestra a Harry y a sus compañeros de clase cómo cambiar de maceta a las mandrágoras pequeñas y les recomienda que usen “orejeras”, aunque, como eran mandrágoras pequeñas, en “semillero”, su “llanto no mata aún… aunque pueden dejarte inconsciente por varias horas”.

El atento profesor universitario tiene razón: es una leyenda medieval. Se creía que cuando se arrancaba la planta de la tierra, la raíz de la mandrágora emitía un llanto agudo que enloquecía y mataba a la gente. Vea usted y compare el fragmento de Rowling con el inconmensurable William Shakespeare en “Romeo y Julieta”: “¡Ay, ay! ¿Cómo es posible que al despertarme de improviso no enloquezca ante tan espeluznantes horrores y emanaciones tan pestilentes, y entre unos chillidos a los de la mandrágora al ser arrancada de la tierra, que hacen perder el juicio a los mortales que los escuchan?”

Shakespeare, siempre Shakespeare. Insisto, regresaré con varios textos más. Pero ahí le va una receta para el final de su vida, cuando usted se la ha repasado tanto como ese poeta maldito llamado Charles Baudelaire y está a punto de morir y sí, quiere un soplo más de vida. En sus “Diarios íntimos” anota: “Pescado, baños fríos, duchas, liquen, pastillas en ciertas ocasiones. Supresión de todo excitante. Remojar el liquen de Islandia durante doce o quince horas… Hacer hervir el liquen en dos litros de agua sobre un fuego suave y sostenido… Espumar una sola vez… añadir azúcar y dejarlo reposar hasta que tome consistencia de jarabe”. 

Luego agrega Baudelaire: “tomar tres cucharadas grandes de sopa al día…” Murió de sífilis, afasia y hemiplejía a los 46 años. 

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.