¿QUIÉN SOY YO?

¿QUIÉN SOY YO?

Para Doña Lety Pader

Con motivo del cumpleaños de la maravillosa mujer a la que va dedicada esta columna, fuimos el domingo a desayunar por el centro de la ciudad. Después de abordar temas diversos y unas cuantas risas (porque las risas con ella nunca faltan), me miró y me dijo: “Qué importante, mijita, el dejar ser a las personas lo que son y no tratar de amoldarlas al gusto de nadie ni al propio. Vete a ti: se te ha dejado ser y aquí estás, hecha una mujer que hace lo que ama. Ojalá un día puedas escribir acerca de esto; la gente olvida que hay que respetar y amar al otro por lo que es y no por lo que queramos que sea”. En ese instante comencé a escribir en mi cabeza lo que leen todos ustedes, mis queridos lectores, este día.

Yo no tengo aún ni la mitad de la experiencia de doña Lety ni los años suficientes como para corroborar lo que dice, pero sé que es totalmente real. Hay una tendencia a la falta de autenticidad en las personas causada de manera indirecta por los factores que nos rodean, entre ellos el miedo a no pertenecer en ningún lugar. Entonces, dada tal circunstancia, se busca seguir lo seguro: alguna moda, algún comportamiento, un tipo de vocabulario en específico…

Todo con tal de evitar la sensación de sentirse absolutamente solo en el mundo. Y ya frente al espejo, después de haber pretendido el día entero, la verdadera pregunta surge de nuevo: ¿quién soy yo?

Por supuesto que uno tiene la responsabilidad y la decisión final y sabe hasta que punto es capaz de moldear su vida a costa de otra, sobre todo si es de alguien que ama; precisamente eso es lo peligroso: la facilidad que uno tiene para conseguirlo. Esta columna no va dirigida para ti que te identificas con lo que acabo de escribir. Esta vez no hago un llamado a fomentar el autoestima y la aceptación, eso ya doy por hecho que lo ha leído con anterioridad en mis textos. Hoy, por primera vez, me dirijo a ustedes que también me leen; ustedes, que tal vez sin saberlo (o sabiéndolo), contribuyen a que otros cambien totalmente su estilo de vida para complacerlos; ustedes, que confunden el liderazgo con manipulación y engaños; ustedes, que le han hecho pensar a otros que no existe nadie como ni para ellos. Ustedes, también seres humanos que amo y respeto, pero que no saben amar y respetar a los que piensan distinto, actúan distinto o viven distinto de lo que a ustedes les han enseñado. No se han abierto suficientemente los ojos como para darnos cuenta que usted, ustedes y yo deberíamos apoyarnos en vez de perjudicarnos.

Es tan sencillo, querido lector, que otra persona se amolde a lo que usted quiera, y qué injusto que, a sabiendas de ello y dada la disposición indiscutible del ser que ama, usted pretenda adaptarlo a sus circunstancias, a su manera y a su vida. Insisto, no le quito la responsabilidad al individuo de haber decidido y haberse autoperjudicado (en su caso), pero usted y yo también tenemos un alto grado de responsabilidad en tal situación y es necesario hacer consciencia acerca de ello. Cuando dejemos “ser” al otro sin adjetivos añadidos, sin pretensiones ni deseos, sin intentar cambiarlo, tan solo siendo su propia versión de sí mismo, en ese momento será cuando cesen las preguntas, los miedos y la falta de amor propio.

Depende de usted, de mí y de nosotros, queridos lectores, el bienestar de otros. Depende de todos el lograr que cada ser humano pueda verse frente al espejo y dormirse tranquilo, sin preguntarse si mañana lo van a seguir queriendo o no.

LA AUTORA

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.

TE PODRÍA INTERESAR: YA ME GUSTÓ NO PONERLE TÍTULO A LOS TÍTULOS

María Treviño

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.