Puente

Justo a tiempo, como siempre

Detente. Detente ahora mismo. Mira este texto con cuidado, analiza su contorno, la forma que le dan cada uno de sus puntos ortográficos. Esto no es lo que parece, es mucho más. No sólo lo veas, ver es muy sencillo; es justo lo que hacen todos los que no saben disfrutar los momentos. Date el tiempo, un instante real y duradero; regálate un par de minutos y obsérvalo con tu elegante indiscreción.

Cómetelo si es necesario, nadie va a reparar al respecto; tal vez así por fin pueda decir que alguien me lleva dentro. Pero no nos distraigamos, sigue observando.

¿Ya? ¿Lo encontraste? Vamos, no es tan difícil; me aseguré de que estuviera firme y visible para que no demoraras; para que rápidamente lo sintieras y caminaras sobre su torso que se encuentra en las alturas; para que me sintieras cerca. Pero veo que todavía no resulta como yo esperaba.

Está bien, hay otra forma. Cuando termines de leer este par de oraciones, vas a cerrar esos ojos tan tuyos donde a veces me gusta ver mi reflejo, y vas a abrir tus oídos a la canción, esa que compartimos. Dibujaré en el aire las tenues notas del piano. El otoño y sus hojas harán todo el trabajo, tan sólo escucha; que la melodía resbale por tu piel y se adueñe de tu sombra y tu silueta. Conviértete en música, esa que es tu verdadera naturaleza. Sé la magia, anda, sólo una vez más. Ya, recoge todas estas palabras y cierra tus ojos ahora. No los abras hasta terminar de escuchar.

Ya siento cómo comienzas a encontrar el camino. Ya puedo verte aparecer de a poco en el otro extremo, pero creo que no lo has procesado aún, ¿o sí? ¿Lo reconoces? Acércate un poco, ayúdame a ayudarnos. Toma este renglón y estíralo hasta convertirlo en lo que necesites para enfocar un poco mejor, no importa que se quede en blanco este espacio o que una distancia extraña separe un poco este párrafo. Al final, este texto fue diseñado para que lo utilizaras tú, para que lo treparas tú, para que lo conservaras tú, para que cruzaras, saltaras y bailaras en todos estos espacios que de letra en letra hay de por medio. Puedo leerte un poco, quizá así aparezcas más pronto. ¿Qué te gustaría? ¿Algún texto en especial? Espera, no me lo digas; ya lo tengo: “Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano (…) Una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. (…) Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento temblar contra mí como una luna en el agua”…

Ya está. No te muevas. Quédate en ese extremo y sólo obsérvame observarte. No digas nada, no hay necesidad. Sabía que ibas a encontrarlo, el puente. Nuestro puente. Prometo que esta vez no correremos en extremos distintos. Prometo que todos los minutos se resumirán en este centro. Camina despacio, deja que el puente cumpla su función de acercarnos. Ya no hay prisas, ya no hay esperas. Contempla bien la escena, este es el final de la película. Ven, acompáñame a volar.

La autora

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.

María Treviño

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.