PRIMAVERA DE COLORES Y FRUTAS

JESUS

La primavera ha llegado con todo su poder de rejuvenecer. Aunque estemos guardados, confinados en nuestra residencia. Pero, la primavera y el verano tienen el poder seductor de renacer la vida toda y de otorgar colores, sabores y placer a nuestra deteriorada vida. Gracias por leerme señor lector, gracias por atender estas letras dominicales donde ponemos la atención en un placer de dioses: la gastronomía.

Atentos letrados como usted hoy, recuerdan textos cuando he puesto el acento en que los poetas, los literatos y todos nosotros y en la vida cotidiana, hacemos comparaciones, elaboramos metáforas cuando elogiamos los labios, los pechos, las piernas y caderas de la mujer amada (usted si es mujer, del hombre amado) con los frutos dulces, sencillos y bellos de la tierra. Y esto usted lo sabe lector, forma parte de nuestro ADN desde el origen mismo de la humanidad. Un galán atento e inteligente sigue ganando la partida al “carita.” Por ello, lo más importante es el flirteo amoroso y lo que vamos a platicar luego de hacer el amor.

Aquí y no en otro lugar es cuando las féminas se derriten y como gatas en celo, ronronean en el oído de uno, “si te quiero…” En esta primavera y verano los cuales ya se auguran largos y tórridos (por el fenómeno conocido como “La niña”), las frutas las emparentamos con las mujeres. Sexo como frutas en bandeja. La primavera se adivina inusualmente larga, ardiente, pegajosa. Va hacer calor como siempre y de hecho, aquí en el norte, ya hace más calor que en los versos del tabasqueño Carlos Pellicer, cuando éste deletreaba: “Como amenaza de lluvia/ se ha vuelto morena la tarde que era rubia.” Ni lluvia ni “fresco”, como decían nuestras madres en las tardes más altas. De visita en Holanda, Pellicer se rinde y depone armas ante mesa y banquete en un restaurante: “”La mesa es imponente/ como un monumento a los héroes/ de cualquier nacionalidad.”

¿Qué es un pescado? En voz de Pellicer es un “brillante caballero medieval.” Las frutas son “deslumbrantes dignas de corbata.” ¿A qué sabe el agua de los cántaros? “sabe a pájaros.” Y ojo, sólo hemos leído aquí algunos versos aleatorios de Carlos Pellicer. Pero usted lo sabe, aquí en México siempre se ha cocinado con frutas y flores. No por algo, el Rey-Poeta, Netzahualcóyotl escribió: “Las inventa el Dador de la vida,/ las ha hecho descender/ el inventor de sí mismo,/ flores placenteras,/ con ellas nuestro disgusto se disipa.” Usted sabe más que yo lector, pero también recuerdo que cuando sale una especie de florecilla del corazón del maguey, son los ¿quiotes? Espero esté en lo correcto. Y es que Semana Santa con esa vieja prohibición, placentera prohibición de no comer carne roja, se puede convertir en un buen banquete de flores si usted sabe aprovechar y encuentra los insumos adecuados en el mercado de su preferencia.

Un tiempo fuimos grandes, tan grandes que Hernán Cortés en su segunda Carta de Relación que envió al rey Carlos V en octubre de 1520, escribió entorno a los alimentos que sus ojos veían, no creían y claro, con multitud de equívocos, los refirió conforme a lo que él conocía de Europa: Escribe: “Hay frutas de muchas maneras, en que cerezas y ciruelas son semejantes a las de España. Venden miel de abeja y cera, y mieles de cañas de maíz, que son tan melosas y dulces como las de azcar, úy miel de unas plantas que llaman en las otras islas maguey…” El deslumbramiento como signo identificable.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.