¿POR QUÉ LOS FELINOS SON TAN POPULARES?

mujeres y gatos

Se dice que las mujeres prefieren a los gatos, mientras los hombres a los perros. ¿Será?

No existen estudios que demuestren esto, pero se dice que esta preferencia se debe a que desde tiempos lejanos, los perros fueron usados por los hombres para la caza y los gatos estaban en casa, cerca de la mujer.
Lo que es cierto es que desde hace más de cinco mil años, ningún otro animal fue tan divinizado y asociado al misterio y a la mujer como el gato. Aún hoy se discute en psicología sobre la simbología del gato asociado a la mujer.

¿Cómo la mujer?

Ningún animal ha tenido una trayectoria tan tortuosa en sus simbolismos, miedos y atracciones como el felino. En Egipto hacía el papel de la divinidad, personalizada en la figura de la egipcia Bastet, la diosa gata mujer, que protegía la felicidad de las personas. Quizás por ello el gato sea uno de los pocos animales nunca nombrados en la Biblia.
En la India, simbolizaba la sabiduría, donde la gata era la diosa sabia, reina de la fertilidad. La Iglesia, más tarde, satanizó a los felinos al mismo tiempo que presentó a la mujer como tropiezo contra la virtud y más fácilmente poseída por los demonios que los hombres.
En los siglos sombríos de la Edad Media, los gatos, por la influencia de la Iglesia, pasaron a ser el símbolo de lo demoníaco y de la maldad.
Fueron perseguidos, quemados en las hogueras, junto con las mujeres.
La venganza de aquella matanza y de aquella locura religiosa fue en parte la llegada de la peste negra a Europa, que diezmó a su población, transmitida en realidad por las ratas, que proliferaron con la desaparición de sus cazadores.

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¿Maldición de los gatos y de las mujeres?

El gran artista Leonardo da Vinci llegó a considerar al gato como la ‘mejor obra de arte’. La más bella.
Cleopatra se pintaba imitando la línea curva de los ojos de una gata. De este animal se dice que no tiene, ni en las horas del sueño, una postura que no refleje elegancia.
La escritora italiana Camilla Cederna escribió: ‘es el gato, como la mujer, quien escoge a la persona, no al revés’.
Los gatos no necesitan nombre. No sirve llamarles. Vienen cuando quieren como escribió en su diario Margarite Yourcernar. Ellos deciden siempre lo que quieren hacer.

¿Se parecen a la mujer?

Los gatos aman estar limpios, son curiosos, independientes, solitarios, tiernos y salvajes a la vez.
Son desconfiados. Prefieren la soledad. Comedidos en sus afectos, sinuosos hasta el punto que no les gusta caminar en línea recta. Bordean con tacto y delicadeza los objetos. Son silenciosos y deciden cuando recibir y dar afecto. Es difícil dominarles y de nada sirve reñirles. Te miran, se dan la vuelta y siguen su camino.
Nunca resultan obvios ni evidentes. Poseen un toque de indiferencia.
Son introspectivos y sensibles, aristocráticos y agudos.
Los gatos son difíciles de entender. Hay que saber interpretarlos.
Esconden una parte de su misterio ancestral. Y un bocado de su instinto salvaje.

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El perro es prosa, el gato es poesía

Leer un gato es muy diferente de leer un perro. El gato es un texto que se esquiva, se esconde entre dos auroras, en la frontera entre lo mágico y lo irreal. El gato es sinuoso, su texto es suave, es poesía, nunca se deja coger por entero. El gato es resbaladizo, vive en las entrelineas.
Para leer un perro no son necesarias gafas especiales, su texto está escrito con mayúsculas, dice claro lo que piensa y a lo que vino.
(de Perros y gatos, de la poeta brasileña Roseana Murray)

Sonia Valdés

Periodista de Vanguardia desde 1989. Editora de Omnia, Hogar y suplementos como PERIODIQUITO y CAMPUS Enlace Universitario. Maestra de inglés a nivel secundaria y una gran entusiasta de promover los valores y la importancia de practicar un deporte. Con un especial cariño por el beisbol.