El placer de la gastronomía en García Márquez… 1/3

Hay tres placeres los cuales jamás nos agotan, jamás envejecen y si, por ellos somos esto con lo cual estamos armados y en esencia somos seres humanos.

 

Humanos forjando eso llamado civilización y cultura. Hay tres actividades fundamentales las cuales nos hacen diferentes a los animales. Tal vez por esto y sólo por esto, en verdad somos hijos de Dios. Y como somos sus hijos, pues debemos hacer honor de ello. Y el mejor honor es poniendo en práctica estos tres placeres: la lectura (la escritura), la comida y bebida, y el sexo. Espero no cometer una infidencia, pero luego de hartas horas de charla con comida y buen trago, llegamos a esta sabia conclusión el abogado Gerardo Blanco Guerra y quien esto escribe. Sin duda, somos unos sabios. Sabios en bancarrota pero al final de cuentas, con el placer y disfrute estético de lo anterior en nuestros sentidos.

Blanco Guerra es un lector empedernido y voraz. Hace poco leyó y releyó varias obras del mago de Aracataca, Colombia, Gabriel García Márquez. ¿Cuántos libros escribió el Nobel colombiano avecindado en México? No menos de cuarenta creo yo, en los géneros de novela, teatro, guiones de cine, relato, periodismo, estampas, reportajes… Decía, el abogado Blanco me fue contando de sus nuevas marcas en sus libros, los acentos en los cuales había puesto atención y como este joven erudito platica muy entusiasmado de sus avatares, me fue vendiendo la idea de releer o leer por primera vez (algunos libros no los he leído, seamos francos) al Gabo en diferentes claves: la clave gastronómica, la clave política, la cifra bíblica, la clave amorosa y la clave adánica (es decir, la palabra por la palabra misma. El nacimiento vaya, del lenguaje y de ir bautizando las cosas, situación usted lo recuerda inmediatamente en “Cien años de soledad”). Y sucede una cosa con la obra de Gabriel García Márquez, con los “Ensayos” de Michel de Montaigne, con William Shakespeare, con la “Divina Comedia” de Dante Alighieri, con la obra de Homero; con ese poeta divino, T.S. Eliot y claro, con la Biblia: usted va al anaquel, saca un libro de los anteriores deletreados al azar, lo abre cerrando los ojos, piensa usted una pregunta, un cuestionamiento y pone su dedo índice al arbitrio en cualquier línea donde éste caiga y descanse: allí habrá una respuesta. Estos libros portentosos y sus autores, fueron tocados por el mismísimo Dios, y en sus letras está condensado el universo todo. ¿Lo duda? En este tríptico y motivado por los descubrimiento de Blanco Guerra al leer al Gabo, he preparado una pequeña y sucinta antología, glosa y fragmentos de la presencia de la comida, de la gastronomía en la obra del Nobel de Literatura de 1982. Dejamos para otro tiempo y espacio la palabra por la palabra misma y claro, el sexo siempre placentero. Aunque en García Márquez, la gastronomía y el sexo son un matrimonio indisoluble.

¿Pruebas? Va la siguiente para iniciar: en el final de “Cien años de soledad”, Aureliano Babilonia y Amaranta Úrsula “Se entregaron a la idolatría de sus cuerpos, al descubrir que los tedios del amor tenían posibilidades inexploradas, mucho más ricas que las del deseo… Una noche se embadurnaron de pies a cabeza con melocotones en almíbar, se lamieron como perros y se amaron como locos en el piso del corredor, y fueron despertados por un torrente de hormigas carniceras que se disponían a devorarlos vivos.” La gastronomía, la lectura y el sexo siempre van de la mano. Vamos iniciando.

 

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.