OTROS FORMATOS

Otros formatos

Lloviéndote y yo viéndote

La tarde llueve y (nos) llueve. En este balcón de azulejos verdes no cae ni media gota, pero entre mi persona y la lluvia hay únicamente 20 centímetros de distancia; cuando extiendo mi brazo, la puedo sentir recorrerme, adentrándose en las entrañas de mi ser.

Alguien preguntó hace poco de qué está hecho el humano, fuera de la explicación biológica del cuerpo, su composición y funcionamiento. Cuando surgen este tipo de cuestionamientos fascinantes y poco ordinarios, normalmente guardo silencio y escucho atentamente lo que entre ellos van discutiendo:

-¿Qué tipo de pregunta es esa? -El tipo de pegunta que me asecha todos los días.

-Es que no puedo contestarla sin introducir lo que quieres evitar. El ser humano está hecho de células, tejido, músculos, órganos y sistemas con funciones únicas y necesarias para la supervivencia del individuo.

-¿Para la supervivencia del individuo o de su cuerpo?

-De los dos. Son uno mismo.

-¿Uno mismo? ¿El individuo y su cuerpo?

-Afirmativo.

-No estoy de acuerdo.

-No te pedí que lo estuvieras.

-Yo pienso que estamos hechos de las gotas de lluvia que se han adherido sin permiso, de los minutos que han pasado en el reloj, de lo que pensamos que somos, y que el cuerpo es sólo el contenedor de todo el conjunto.

-No estoy de acuerdo.

-No te pedí que lo estuvieras.

Entonces, el tren se detuvo y sus asientos quedaron vacíos. Vaya usted a saber en qué habrá concluido aquella conversación.

Ahora, durante esta lluvia decembrina, a escasos centímetros de distancia entre su liquidez y la mía, recuerdo aquel sitio al que una vez llamé hogar; incluso llueve en el mismo formato: gotas pequeñas, de lado, con olor a edificios viejos y húmedos.

Yo también pienso que estamos hechos de las gotas que se consumieron en nuestro cuerpo; que son ellas el producto que expulsamos cuando sudamos, lloramos y reímos, reflejo de las incontables veces en que la lluvia nos acompañó durante la fatiga, la tristeza y la plenitud. Esas mismas partículas de agua que, al cerrar los ojos, nos permiten estar en dos lugares al mismo tiempo.

LA AUTORA

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.

María Treviño

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.