Otoño

La estación para dejar ir

Creo que es en el kínder la primera vez que nos hablan del otoño, la estación en que los árboles pierden sus hojas. Como preescolares nos enfocamos en los montones de hojitas marrón que se acumulan al pie de los árboles secos en las ilustraciones infantiles.

Más adelante, cuando descubrimos las películas de amor, parece que no hay estación más romántica que el otoño, con su lluvia suave, noches templadas, lunas gigantescas.

Cuando el día a día nos alcanza, y las prisas y las facturas hacen que el otoño sea igual a la primavera, igual al verano, igual al invierno, no nos damos cuenta que el tiempo pasa. Solo nos ponemos más o menos ropa, pero envejecemos y muchas veces, sin darnos cuenta, permanecemos anclados.

El otoño es la estación para dejar ir. Eso es lo que debe recordarnos. Pero no como una época de melancolía por lo cerca que estamos del fin de año o con la añoranza porque el verano ha quedado atrás.

El otoño nos invita a reflexionar qué es lo que hay que soltar porque ya cumplió su propósito, nos dio un servicio, un amor, una ganancia, un proyecto, una ilusión, un dolor, una lección. Esta estación nos recuerda que todo tiene un ciclo: lugares, situaciones, parejas, trabajos. Todo tiene un inicio y un final.

Dejar ir no es renunciar, no es signo de debilidad sino de sabiduría. Es agradecer todo lo que hemos recibido, reconocer su presencia en nuestra vida y todo lo que sumó. Aunque la experiencia no haya sido grata, lo más seguro es que haya dejado un aprendizaje, y eso cuenta, suma a nuestra vida, nos muestra con nitidez que estamos dispuestos a tolerar y qué no.

Dejar ir no es perder, es aprender a vaciarnos, a limpiar. Es sacudir el polvo que se acumula en el corazón para ayudarlo a sanar.

Así como en el otoño los árboles dejan ir sus hojas sin aferrarse, sin sufrimiento, sin melancolía, sino con la plena confianza de que dentro de un tiempo sus ramas volverán a estar verdes, así nosotros también tenemos que aprender a dejar ir. A dejar que se vaya un trabajo que nos dio un sueldo, aprendizajes, colegas que se volvieron amigos; dejar ir amores, que nos dieron compañía, alegrías e ilusiones; dejar ir —incluso— las expectativas que tenemos de nosotros mismos, porque nos hicieron tener metas que cumplimos o que no, pero que nos hicieron movernos hacia un objetivo.

Este otoño nos regala tres meses para soltar, vernos libres y sentirnos ligeros. Es la estación en la que podemos dejar ir con serenidad y con confianza en el futuro. Así nos preparamos para recibir lo mejor, que existe, que está ahí, y es para nosotros pero, sobre todo, que aún está por llegar.

La autora

Es reconocida por su desarrollo profesional en el área de la consultoría en imagen personal; eficaz para hombres y mujeres.

Clara Villarreal

Consultora de imagen personal, etiqueta empresarial y protocolo Institucional y organizacional.