NIÑO INTERIOR

La infancia debe ser una de las etapas más bonitas para todos los seres humanos, estar llena de amor, comprensión, cuidado y buenos momentos. Sin embargo, también es la etapa más vulnerable, en la que cualquier herida puede afectar el bienestar a mediano y largo plazo.

Como niños, es difícil identificar los momentos precisos donde el miedo, la tristeza y la angustia se hicieron presentes. Es por ello que trabajar más adelante esos sentimientos debe ser casi una obligación, pues en la adultez pueden llegar a impactar de manera negativa y en distintos ámbitos de la vida, como en lo personal, en lo laboral, en las creencias y filosofía de vida.

No necesariamente debió ocurrir un suceso relevante para presentar algún tipo de dolor, hay muchísimas circunstancias que hieren y se quedan guardadas por mucho tiempo, sin saber que seguirán lastimando.

Tomar acción y hacer algo por liberar aquello que nos impacta de manera directa o indirecta es un regalo para nuestro bienestar personal.

La carta a nuestro niño interior es una técnica muy efectiva para sanar, gestionar nuestras emociones y conectar nuevamente con nuestra esencia, pues las heridas emocionales que experimentamos y las creencias impuestas nos van dejando una huella importante por el camino, necesitamos liberar lo que en su momento no pudimos decir.

Escribir es gratificante, más si lo hacemos para sanar y transformar el dolor en perdón, agradecimiento o aceptación.

Para redactar la carta no se necesita más que una pluma, papel y la intención de hacerlo. Estas recomendaciones pueden ayudarte para que la experiencia sea más efectiva. Elige un lugar tranquilo. Prepara el ambiente con música relajante y un par de velas. Conéctate con tu respiración, inhala y exhala tres veces.

Imagina al niño que fuiste: recuerda lo que te gustaba, lo que te molestaba, los sueños que tenías, las alegrías y las tristezas que te marcaron.

Escribe los sentimientos del niño que estás visualizando: ¿Quién es?, ¿Cómo es?, ¿Cómo se siente?, ¿Qué necesita?

Escribe una carta y dile todo lo que sientes. Incluye detalles, anécdotas, personas, fechas. Sé amable, utiliza lenguaje positivo, dale las gracias, compréndelo, perdónalo y abrázalo. Al terminar, vuelve a tomar aire y al exhalar mándale mensajes llenos de amor.

Abrazar a quien fuimos es cobijar la inocencia, la inexperiencia y las emociones que experimentamos. Liberar las cargas, los pesos, las obligaciones y responsabilidades que tuvimos desde pequeños, es reconfortante y de gran ayuda para entender al adulto que hoy somos. Abrazar y agradecer a nuestro niño interior es una práctica que debemos hacer a menudo.

“Siempre hay un momento en la infancia cuando la puerta se abre y deja entrar al futuro”.

Mariana Cabello

Mujer apasionada por encontrar un propósito en la vida. Licenciada en Ciencias de la Comunicación. Enamorada de las letras y del sentimiento que provoca el transmitir ideas, expresiones y conocimientos.