MÉXICO LINDO Y DESCONOCIDO

MÉXICO LINDO Y DESCONOCIDO

Testimonio-Manifiesto

Cuando llegué a España para realizar mis estudios universitarios, el oficial de migración me recibió diciendo: “¿Mexicana? Nunca lo hubiera dicho”. No tomé en cuenta el comentario al principio, pues los mexicanos consideramos un elogio cuando se nos dice que parecemos de otro sitio; sin embargo, al empezar el curso y ver cómo otras personas tienen tan presente su cultura, su acento y su forma de reflejar la vida de su lugar de nacimiento, descubrí lo poco que conocía acerca del país que me vio crecer durante veinte años.

Viviendo en un pueblo-ciudad como lo es Saltillo, donde todas las personas se conocen y donde el apellido tiene más peso que la inteligencia, la percepción del mundo en el que vivimos se limita a lo que vemos alrededor: todo se centra en el “progreso” de la ciudad, tratando de erradicar el concepto de “pueblo” que se le ha atribuido desde hace 441 años de existencia. Al ser Saltillo la capital de Coahuila y siendo Coahuila frontera con EUA, nuestra cultura ha sido desequilibrada por las ideologías gringas; sin embargo, lejos de perjudicar la moral saltillense, esta colonización indirecta ha sido aceptada con los brazos abiertos hasta la actualidad, cambiando el lenguaje, vestimenta y estilo de vida en favor de la cultura norteamericana. Esto demuestra que nuestro difunto dictador, Porfirio Díaz, no se equivocó del todo al pronunciar la famosa frase con la que, entre otras cosas, lo recordamos: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.

De todo el país, los que habitamos esta zona –la zona norte- somos posiblemente los más perjudicados. Nos llamamos “orgullosamente mexicanos”, pero esperamos todo el año por Halloween y no por el Día de Muertos; vacacionamos en Boston y “New York”, pero difícilmente sabemos la capital del estado de Guerrero; conocemos a escritores y artistas como John Green y Madonna, pero no todos saben quién es Juan Rulfo ni Roberto Gómez Bolaños; hemos normalizado el uso desmesurado de términos en inglés cuando ni siquiera conocemos por completo el significado y las palabras del español, entre tantos otros inagotables ejemplos. Sin embargo, eso no es lo peor de la situación; lo peor es que nadie nos percatábamos de ello, no hasta que el nuevo presidente de nuestro “país hermano” sugirió construir un muro de por medio y tuvimos que resucitar las raíces que inconscientemente enterramos. Después de veintiún años, caí en la cuenta que había cruzado más veces el Río Bravo que las carreteras que conectan todos los pueblos mágicos y rincones de México, “mi México”. Yo sabía que mi país era conocido, que tenía belleza y reconocimientos, pero yo nunca lo había visto de ese modo. En Saltillo, toda la vida se nos alienta a “volar lejos” con la excusa de “poner en alto la bandera de México”, “prepararse en lugares de prestigio” y “alcanzar nuestros sueños siendo ciudadanos del mundo”, cuando la realidad es que, lamentablemente, mi país y sus representantes no pueden cumplirlos. Tenemos sembrado el enfoque de largarnos y crecer en donde “sí es posible hacerlo”; y ahora, al otro lado del océano, encontré que personas de todas las nacionalidades admiraban y conocían las raíces, las tradiciones y la esencia de mi tierra y de mi pueblo, enalteciendo detalles y afirmando que México y su gente “tienen algo” que no tienen otros sitios.

Este escrito es un manifiesto para un cambio urgente de actitud. Sobra el talento, la riqueza cultural y las personas con ganas de hacer bien las cosas. Basta de querer imitar algo que no somos.

LA AUTORA

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.

María Treviño

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.