MARÍA ARQUIETA: DAHMER, UNA MIRA AL FAMOSO ASESINO DE MODA EN NETFLIX

Saludos, mi estimado lector. En esta ocasión le voy a dedicar la columna completa a la miniserie más controversial de la era del streaming: Dahmer. Si usted no la ha visto aún o si ya la vio, vale la pena darle una segunda repasada.

La historia nos deja con diferentes sentimientos por procesar. De entrada, hay que lidiar con el rechazo que nos imprime el primer capítulo, es tan sórdida la brutalidad de los asesinatos y del caso en general, que odiamos a Jeffrey Dahmer desde los primeros minutos. Conforme vas avanzando, si tu estómago y tolerancia a la violencia lo permiten, la historia nos lleva a conocer al protagonista desde sus inicios. Sin intentar justificar la crueldad de sus crímenes, nos revelan la dolorosa infancia de Jeffrey. Nos gustaría pensar que su realidad es ajena a la nuestra; sin embargo, caemos en cuenta que su circunstancia es más común de lo que  querríamos admitir. Y ¿cuál es su realidad?, se preguntará usted. Una infancia rota sería lo más acertado para describirla. 

La madre transitaba una depresión posparto, condición que afecta a un gran porcentaje de recién paridas al extremo de perder la cordura, consecuencia del desbalance hormonal que allá por los años ochenta no era para nada trending topic; bajo la filosofía del sistema de salud que para “sanar” aplican la de “tome esta pastilla para” como remedio mágico de supresión de los síntomas. Entonces, ahí tiene a una mujer medio viva, medio muerta, tratando de comprender lo que pasa a su alrededor. El padre, como es común, su papel de proveedor lo deslinda de la crianza de los hijos y de la responsabilidad afectiva hacía su pareja, por lo tanto solo sabe juzgar, imponer y responsabilizar cuando de los deberes del hogar se trata.

Aquí ya tenemos hirviendo el caldo de cultivo para dañar emocional y psicológicamente a los más vulnerables del sistema familiar, que son los hijos y su infancia. Más allá de las actividades bizarras (taxidermia) padre / hijo, está el vínculo que Jeffrey necesitaba para sentir amor, aceptación y un lugar seguro en este mundo. Este vínculo frágil con el padre y nulo con la madre desencadenó un evidente trastorno afectivo, transitándolo y resolviéndolo, o más bien suprimiéndolo, por el entumecimiento que nos brinda el bien aceptado alcohol cuando de resolver emociones se trata. 

Si hacemos un recuento de los daños, Jeffrey era un adolescente solitario, inseguro, resentido, abandonado y alcohólico. Podríamos presumir entonces que su primera víctima fue él.

En este caso hay mucho que visibilizar y corregir como sociedad ”civilizada” que somos, desde el sistema que polariza a la salud mental en adictos a sus remedios supresores del síntoma, hasta psicópatas por falta de diagnóstico y tratamiento a tiempo, convirtiéndose en un verdadero problema social allá en el país de la maravillas y aquí en el país de los agachados, como diría Rius.

Total, el tema es extenso y a mí ya se me terminó la página. Espero le ponga atención a mi recomendación y, como ejercicio práctico, póngase a analizar su caso personal. Atender la salud mental ya no es un tabú. Sea civilizado y atiéndase. 

Se despide su siempre agradecida tapatía anorteñada.

María Arquieta

Tapatía viviendo la experiencia norteña, diseñadora de modas de profesión, amante de las expresiones humanas artísticas, coach ontológico, formándome para ver amor, donde los demás no lo creen posible.