Margherita Coletta: orar por los asesinos de tu esposo

“Tal vez al principio me salte la rabia; soy humana.”

12 de noviembre de 2003, base italiana en Nassiriyah, Irak. Un atentado suicida roba la vida a diecinueve italianos y nueve iraquíes. Se arresta a siete implicados; confiesan su crimen. Y hasta aquí parecería una noticia más de cualquier noticiero de turno. Pero sale a relucir en ella Margherita Coletta, la esposa de Giuseppe Coletta, una de las víctimas, gracias a una entrevista que le hicieron años después.

La entrevistadora le pregunta cómo acogió el arresto de los implicados en el asesinato de su marido: ¿alegría, sentido de venganza?

«No, absolutamente no. Cuando alguien comete este tipo de acciones, todos somos víctimas: los que murieron al sucumbir a la violencia de otros y los que cometieron el delito, pues el verdugo antes o después lo paga; lleva el peso de su culpa toda la vida. La víctima inocente regresa a la Casa del Padre.

Quien se queda en esta vida, tiene que pagar las cuentas por lo que ha hecho y, por ello, estará peor… por lo menos hasta que no se encuentre con la misericordia de Dios».

¿Misericordia para los asesinos? Más de uno no estaría de acuerdo con Margherita. Pero ella responde con una serena claridad… Y entonces llega la pregunta tal vez más difícil y dura: ¿reza por los asesinos de su marido?

«Una de mis oraciones siempre han sido por ellos. Me gustaría saber quiénes son, si son niños, padres, maridos. Una cosa es saber que son siete, pero es sólo un número. Otra cosa es mirarles a los ojos: a través de los ojos se les puede dejar claro que hay esperanza para ellos, que el abismo del mal hecho no debe destruirlos y llevarlos a la desesperación.

Porque la redención puede salvar hasta al peor criminal. No importa qué religión pertenecen,

Dios mira el corazón. Pero, como he dicho, sí tienen que pagar, ya que sin arrepentimiento no puede haber reconciliación».

Y si pudiera reunirse con ellos, ¿qué les diría?

«Tal vez al principio me salte la rabia; soy humana. Volvería a ver el cuerpo de mi marido quemado vivo junto al de sus compañeros. Pero con la ayuda de Cristo estoy segura que vería a hermanos y me confiaría a esa acogida de Cristo que ve a todos como hijos suyos».

Y ¿qué le diría a quienes ven el perdón con rabia o incomprensión?

«Eso sólo se da en quien no va más allá de la miseria humana, en quien no ha encontrado aún a Cristo. Si nadie se hubiese detenido bajo la Cruz y después se hubiese dirigido a aquella piedra rodada del sepulcro, ¿qué sentido tendría nuestra vida? Aquí está el punto de todo esto: cualquier situación que pueda darse, aunque sea la más dolorosa, se encuentra allí en la tumba vacía, símbolo de la resurrección.

Ahí debemos encontrarnos todos. Pues la muerte sólo se vence con la vida».

Vencer la muerte con la vida. ¡Qué increíble lema de vida! Y empezando todo con una oración. No sé tú, pero yo mañana le haría un monumento a Margherita: su amor, su perdón y su sonrisa serían el concreto sobre los que lo erigiría. Y cada día lo miraría para animarme, yo también, a ser mejor.

El autor

Sacerdote Legionario de Cristo dedicado a la formación y orientación de la juventud saltillense, maestro en el Instituto Alpes-Cumbres en Saltillo

Juan Antonio Ruiz

Sacerdote Legionario de Cristo dedicado a la formación y orientación de la juventud saltillense, maestro en el Instituto Alpes-Cumbres en Saltillo.