MAIGRET Y SIMENON VAN A LA TABLA

Apenas en la segunda página de la novela de George Simenon, “La paciencia de Maigret”, se lee: “¡Espléndido domingo! Un guiso cociéndose lentamente en la cocina de losas de piedra azulada; el perfume de las hierbas aromáticas esparciéndose por la casa; la señora Maigret yendo de una habitación a otra con un pañuelo en la cabeza a causa del polvo; Maigret en mangas de camisa, el cuello de la camisa abierto, con un sombrero de paja, arrancando las malas hierbas del jardín, binando, escardando, rastrillando, para adormecerse finalmente, después del almuerzo y el vinillo blanco del país, en un sillón hamaca con franjas rojas y amarillas en donde el sol no tardó en alcanzarle sin interrumpir su sopor…”

Varios datos en el candelero de esta columna con olor a gastronomía y buen vino: apenas es la segunda página de lo escrito por el genio de Simenon y aflora una de las características principales de un matrimonio indisoluble entre la novela policiaca y novela negra con la gastronomía: Maigret y su esposa esperan la culminación de su buen guiso oloroso a hierbas finas; el comisario, el investigador más famoso del mundo, Jules Maigret, acaba de almorzar y de disfrutar un buen “vinillo” nativo del país. Líneas después, la esposa de Maigret le espeta: “¿Un poco más de café?”

A lo cual el comisario de 53 años en esta novela y en este momento, contesta: “Sí, gracias.”

Jamás en la historia de la literatura se había dado tan buen matrimonio entre dos polos en apariencia distantes: la gastronomía y la investigación criminal. Los buenos y malos vinos, el café, el té o la cerveza, junto a las pesquisas milimétricas con el fin de dar con el o los asesinos y criminales de  cuento negro, han dado un feliz matrimonio. Un lejano día, un escritor, George Simenon, creó una figura hoy inconfundible: al sagaz, erudito, reservado e inteligente inspector Jules Maigret. Su fecha de nacimiento es en un texto, una novela de 1929. Hoy todos o casi todo el mundo sabe quien es Maigret y su afición por la buena comida, su pasión por la buena tabla.

¿Maigret es un gastrónomo o un investigador? Lea lo siguiente: “Sobre la mesa había un asado de ternera y tallarines con salsa de tomate. El matrimonio volvió a sus respectivos asientos con cierto nerviosismo, mientras el comisario se sentaba en el extremo de la mesa.

  • ¿Tomará usted un vaso de vino?

La botella de vino blanco, que acaba de salir de la nevera, estaba húmeda. Maigret no resistió la tentación. Fue un acierto porque se trataba de un Sancerre seco y amargo a un tiempo que seguramente no había sido comprado en un colmado.”

Caray con este investigador que no se sabe a ciencia cierta si es el mejor investigador de la historia o bien, es el mejor gastrónomo deletreado en tinta y papel. Simenon escribió cientos de novelas, cuentos, artículos y textos con él como personaje. No pocos lectores creen de verdad de su existencia. Y cómo no hacerlo humano, si éste va a la tabla y se pasea por los mejores restaurantes en los escenarios de sus investigaciones. Simenon escribe: “Cuando se despertó, la señora Maigret estaba abriendo la ventana de par en par, luego le tendió una taza de café…”

Sí, nadie en su sano juicio inicia un día de trabajo sin un buen café oloroso y caliente en la mano y con el cual, duele el gaznate seco de la noche en ascuas. Dedicaremos a este tema tres textos.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.