Los momentos que definen nuestra vida (II)

Al recordar una experiencia, no lo hacemos con la continuidad de una película, más bien nuestra mente convierte el momento en un tráiler

Nuestra vida se define por momentos, en especial por aquellos que se adhieren a la memoria.

Pero, ¿por qué recordamos algunas experiencias y otras las olvidamos por completo? Los psicólogos tienen respuestas interesantes que te comparto. Veamos un ejemplo.

Disneylandia es el sueño de muchos niños. Si como adulto tuviste la oportunidad de llevar a tus hijos o sobrinos a ese mágico lugar, quizá recuerdes tu experiencia como algo inolvidable y especial para la familia.

Lo curioso es que si se midiera minuto a minuto tu nivel de felicidad mientras te encuentras en el parque de diversiones, y se comparara con el que te da estar en el sillón de tu casa, es muy probable que estés más contento en el sillón de tu casa, antes que formado en colas interminables bajo un calor infernal, engentado y comiendo hot-dogs carísimos, ¿cierto? A esto se le conoce en psicología como la “paradoja de Disneylandia”. Entonces, ¿por qué el recuerdo es “inolvidable”?

La vida no da estos momentos a diario

Solemos recordar únicamente las experiencias pico, momentos específicos que generan una emoción, como afirman los investigadores Chip y Dan Heath en su libro The Power of Moments.

Al recordar una experiencia, no lo hacemos con la continuidad de una película, más bien nuestra mente convierte el momento en un tráiler. Recordamos los puntos más altos y el final, como puede ser haberse subido al Space Mountain, debido a la adrenalina que produce, o el abrazo que Mickey dio a tus hijos al final del día.

Emociones que, ligadas a sonidos, imágenes y sensaciones, se anclan a un estado de ánimo fuera de lo ordinario, por lo que se vuelven memorables, a pesar de que el 70 por ciento del tiempo hubieras preferido estar en tu sillón.

Estas ocasiones, de acuerdo con los hermanos Heath, se crean por uno de los siguientes cuatro elementos: elevación, revelación, orgullo o conexión. Veamos en qué consiste cada uno de ellos:

Elevación. Es cuando sientes que una experiencia fuera de lo común te absorbe y todo se ve, sabe y se escucha mejor de lo normal. Puede deberse a la decoración, los detalles, el cariño que te rodea o a la música. Así, tus sentidos se elevan de forma placentera. Por ejemplo, en una fiesta de cumpleaños, un partido de futbol, una puesta en escena o una presentación pública.

Revelación. Es cuando en un momento determinado te cae un veinte que modifica la forma en que te miras a ti mismo o al mundo; como cuando dices: “con esta persona me voy a casar” o “es momento de cerrar un ciclo” o “este trabajo no es para mí”. De manera abrupta, instintiva y visceral te das cuenta de algo que antes no veías y que sabes es cierto.

Orgullo. Se refiere a esos momentos en los que alguien reconoce uno de tus talentos, estás en la mejor situación posible, logras algo que no creías conseguir, te sientes satisfecho contigo mismo o muestras tu valentía.

Conexión. Se da entre individuos o en grupo. Cuando con una mirada, una conversación o un instante te sientes unido con el otro de manera profunda. Y entre grupos sucede cuando un equipo trabaja de forma conjunta para sacar adelante un proyecto o plan complejo por el que lucha y se esfuerza, y para el cual todos sus integrantes unen talentos y energía.

Con estos ingredientes en mente, cada quien puede crear en sus espacios (la familia, la pareja o el trabajo) momentos inolvidables. Vale la pena invertir en ellos porque es lo que atesoraremos y recordaremos por siempre.

 

Gabriela Vargas

Empresaria, conferencista a nivel nacional e internacional, primera asesora de imagen de México, comunicadora en prensa escrita, radio y televisión, esposa, madre de tres hijos y abuela de ocho nietos.