LOS HÉROES SILENCIOSOS DE NUESTRA CRISIS

Los héroes silenciosos de nuestra crisis

 

La mañana había sido caótica en todos los sentidos. Un buen amigo fue a las oficinas gubernamentales para renovar unos papeles. Con la “Susana-Distancia” de por medio, tapabocas y gel antibacterial al alcance de la mano. Y por tercera vez consecutiva la burocracia le jugó una mala pasada: no pudo hacer los trámites necesarios.

 

De mala gana y viendo que tenía aún tiempo, fue a la farmacia. Quería comprar unas pastillas para la alergia, que tanto le había estado aquejando estas fechas primaverales.  Y ahí fue cuando todo sucedió…

 

A los cinco minutos de llegar al local, un señor de unos cuarenta años aproximadamente se plantó a la entrada de la farmacia. Parecía indeciso e inquieto. Nunca puso pie dentro del edificio, pero su mirada se paseaba ansiosa por el interior. De pronto, y como si le hubiese picado algo, se separó del recinto y empezó a pasearse a unos veinte pasos a la derecha con aire agitado.

 

«¿Qué le pasaba? ¿Estaba loco? ¿Quería tal vez robar algo o simplemente esperaba a su esposa que se tardaba más de la cuenta dentro?». Así se interrogaba mi amigo y su curiosidad le picaba. 

 

Pero pronto una presencia resolvió susdudas. De la farmacia salió otro señor de la misma edad aproximadamente. Iba con varias bolsas de plástico en cada mano y, con una sonrisa pintada en la cara, se acercó al que, inquietante, le había estado esperando. Y ante los ojos de mi amigo se desarrolló este emocionante diálogo: 

 

– Aquí está lo que necesitas, Paco. Si necesitas algo más, no dudes en decírmelo. 

– Mil gracias. No sé qué haría sin ti… Cuando pueda te lo pagaré: nada más pase esta crisis.

– ¡No te preocupes! Ve con María y con tus hijos. Ellos son los que lo necesitan.

 

Volviendo a agradecer a su bienhechor, el tal Paco salió corriendo calle arriba. Y una vez que se perdió de vista, el caritativo farmaceuta se percató de la presencia de mi amigo. Le sonrió y, encogiéndose de hombros, entró de nuevo a la farmacia.

 

Todo el enojo que tenía encima desapareció por arte de magia. Ante sus ojos se había desarrollado uno de esos momentos que, estoy seguro, están sosteniendo nuestro mundo en medio de esta crisis que nos tiene encerrados. Personas que son pilares, roca firme, héroes silenciosos de la enfermedad del desamor, del desaliento, de la tristeza. 

 

Y ahora, queridos lectores, quisiera pasarles a ustedes el protagonismo de este artículo. Porque estoy plenamente seguro que todos hemos vivido experiencias como ésta. Actos de bondad, de perdón, de amabilidad, etcétera. ¿Conocen alguna? Pues no dejen de compartírmela; escríbeme a mis redes sociales (Instagram o Twitter  @pjuanruizjlc). 

¡Mostremos al mundo que, en medio de toda crisis, siempre hay héroes silenciosos! Démosles voz a todos ellos.