“Les Diners de Gala”

Era un genio. Su precocidad fue del tamaño de su talento. Apenas a los doce años, el niño Salvador Dalí (Figueres, Gerona 1904–23 de enero de 1989) descubre el estilo de los llamados impresionistas y se hace impresionista. A los catorce ya indaga en el cubismo de Picasso y se hace cubista. A los quince años ya es editor de la revista “Sutudium.” Su pueblo, Cataluña, le queda chico. Emigra a Madrid e ingresa a la Academia de Bellas Artes. Lo demás es historia.

¿Quién fue Salvador Dalí? O tal vez mejor la pregunta, ¿qué no fue, qué rutas no transitó este genio? Fue pintor, artista, decorador, excéntrico, polemista, surrealista, vividor, católico, feraz provocador, cocinero, gastrónomo y longevo humano que en sus propias palabras se resume a sí mismo en toda su altura intelectual, digna de otro mundo: “A los tres años quería ser cocinero. A los cinco quería ser Napoleón.” Fue ambas cosas: Napoleón empuñando un pincel, lo fue hasta su muerte. ¿Cocinero? También.

La mítica editorial Taschen acaba de reeditar un libro agotado, el cual sólo circulaba a precio oro entre coleccionistas y bibliófilos empedernidos. Es “Les Diners de Gala” (“Las cenas de Gala”), libro de recetas, fotografías, grabados, pinturas, dibujos, decoración de platos y banquetes… puf, todo ello, obra del genio Salvador Dalí. El volumen original es de 1973 y circulan a cuenta gotas algunos ejemplares cotizados en miles de euros. Por ello, Taschen compró los derechos de la obra y recién la ha editado en italiano, alemán, francés, inglés y español. Son 320 páginas de un banquete al cual sólo Salvador Dalí y su esposa y musa, Gala (mujer la cual la robó de su esposo, un poeta, y no cualquier poeta, sino el mismísimo Paul Eluard. Gulp), se les pudo haber ocurrido, inventado, creado.

La directora de relaciones públicas de Taschen, Martía Eugenia Mariam, ha dicho sin reparos: “No es un libro de gastronomía sana y está muy lejos de la cocina minimalista que hoy está de moda. Se trata del concepto daliniano de lo que significa comer bien.” Y comer bien, de acuerdo a las fotografías y arte presentado y recreado en los platillos por Dalí y Gala, es opulencia, desmesura, el abarcar la totalidad de la tierra y todos sus recursos disponibles: asado de carnes con verduras, ternera agridulce, filetes marinados, arbusto de langostas con hierbas vikingas, huevos de mil años, crema de ranas o ese postre digno de semejante genio… “senos de Venus.” Hacia la década de los años 20 del siglo XX, Dalí se instala de tiempo completo en París.

Se une al grupo surrealista liderado por el intelectual André Breton. Luego de encuentros y desencuentros entre estas personalidades de egos cósmicos, Dalí sería expulsado bajo una tríada de acusaciones que hoy dan risa: la simpatía de Dalí por el fascismo, la práctica de un catolicismo “delirante” y su pasión por el dinero. La farsa llegaría a su fin con un Dalí presente, envuelto en una frazada y con un termómetro en la boca, simulando estar con fiebre mortal, contagiado de una enfermedad perniciosa. El poeta Breton, lúcido, sonoro y siniestro, le enderezaría un apodo anagramático al pintor que hoy es célebre y está inscrito en letras de oro de la humanidad: Salvador Dalí: Ávida Dollars. Sí, pero su genio era del tamaño de sus finos bigotillos. Corra por su libro, es de colección. Ya está disponible en la ciudad México. La desmesura en la tabla de don Salvador Dalí. “

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Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.