Lechón al ataúd en “Barra 1910”

Aeropuerto Internacional de Monterrey para los coahuilenses, no está en Monterrey, sino en Apodaca, NL.

Paradoja el socorrido Aeropuerto Internacional de Monterrey para los coahuilenses, no está en Monterrey, sino en Apodaca, NL. Otra paradoja más: uno de los mejores restaurantes de Monterrey no está en Monterrey, sino en Apodaca: en pleno centro de Apodaca, es el “Barra 1910” y aquí he probado varios manjares culinarios los cuales hacen de este restaurante-cantina, uno de los mejores del norte de México.

Lo he escrito antes: somos una misma región. No nos medimos por Estados, sino por región: somos norteños. Nuestro intercambio es diario, sin prisa y sin pausa. Hoy almuerza en Saltillo camino al Aeropuerto de Monterrey (Apodaca, pues) en el “Mesón del Principal”, por ejemplo, el ejecutivo el cual toma el vuelo rumbo a la siempre contaminada ciudad de México; al día siguiente regresa en el vuelo de medio día, llega a “bastimentarse” al restaurante que hoy nos ocupa, el célebre “Barra 1910” y de noche, o bien se queda en Monterrey o llega a Saltillo a cerrar tratos en “Don Artemio” o al “Tuétanos.”

Somos una misma región de la cual todos abrevamos. Pero, si el viajero, el turista o bien, el nativo de estas tierras se decantan por un buen restaurante, sin duda, ese es el “Barra 1910.” Voy a este restaurante seguido porque usted lo sabe, aquí vive y habita la flaca, la cual usa su escudo protector de estar flaca, espigada y sexy, para… devorar un corte de carne de otra galaxia: el “Cowboy.” Para marinarlo, pide su tinto, ya sea nacional (alguno de Casa Madero) o español (es fanática del “Marqués de Cáceres”) y claro, antes pide un pocillo de sopa del día y claro, no perdona postre y digestivo. Qué le vamos hacer, así son las flacas.

Lo devoran todo a su paso sin remordimiento alguno. “Barra 1910” es propuesta gastronómica de un par de hermanos emprendedores, Oscar y Eduardo Jiménez, que iniciaron otros proyectos en diferentes ámbitos, y bajo el esquema de la famosa ecuación: aprendizaje+error+acierto, llegaron al resultado de este concepto exitoso que ya cuajó en el ánimo de sus comensales. Al frente está la gerente Sonia Hernández, quien estuvo bajo fuego de iniciación en “La Nacional”, ese restaurante tan socorrido y elogiado en ocasiones, gratuitamente.

Vestido de rigurosa etiqueta negra, el maître del lugar es Pedro Tomás, quien soluciona cualquier antojo en cuestión de segundos. ¿Pruebas a mis elogios? Vaya usted, apoltrónese en sus mullidas sillas y mesas y de entrada, pida usted una coliflor frita (con un dip de la casa: alcaparras y chile morrón), unos sublimes tacos de fideos o bien, un aguachile de camarón. Hay dos ensaladas. No más. Espectaculares ambas. No necesita de más señor lector. Hay frijoles envenenados, como en Zacatecas, donde es platillo, bandera insignia regional.

Pero sin duda, los platos fuertes hacen de este restaurante de los mejores: costilla adobada, pollo al ataúd, chamorro, el corte “Cowboy”, un mole artesanal de rechupete y la joya, lechón al ataúd marinado en perejil… escribió Lope de Vega: “perejil que abre la gana/ y de color de gitana…” Lo voy a decir en orden: uno de los mejores restaurantes de Monterrey, no está en Monterrey, sino en Apodaca. Es el “Barra 1910”, y sin hacer olas, aspavientos ni barullo, ofrece una de las mejores cocinas mexicanas ancilada su tirada de naipes en lo nuestro, esa porción e identidad nacional llamada Revolución Mexicana. Movimiento armado que a su paso por el país, recogió y avivó alimentos, modos de preparación, cazuelas, guisos salpimentados los cuales hoy y aquí, son reinventados para el lujo de nuestro paladar. ¿Notó que no llegamos a los postres? Volveré al tema y al “Barra 1910.”

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Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.