La última cena…

Periódicamente y alrededor del mundo, se ha venido cocinando esta última cena de altamar en recuerdo de semejante episodio histórico.

Qué le apetece de última cena antes de dejar este mundo estimado lector? Una y otra vez y mientras el mundo exista, es decir, siempre, ciertas preguntas, ciertos comentarios, ciertas muletillas se van a presentar. Varias de estas preguntas perennes son las que usted conoce y salen a la palestra de la conversación una y otra vez: si usted estuviese condenado al cadalso, ¿cuál sería su última comida, su última cena? Imitando claro, aquel convite del maestro Jesucristo antes de ser colgado en su madero en el Monte Calavera (Lucas 22. 1:23). ¿Cuál es entonces su última cena señor lector? Otra pregunta recurrente es aquella, emparentada con la vida de Robinson Crusoe.

De usted caer o llegar a una isla desierta, ¿cuál libro se llevaría para leer (no aburrirse) por siempre? Otra pregunta es aquella de: para usted, ¿dónde se encuentra el paraíso? creo recordar, esta pregunta forma parte del famoso “Cuestionario Proust.” En fin que así somos los humanos, pero en el fondo este tipo de preguntas de tertulia de cantina arrojan resultados que ni siquiera imaginamos.

Con respecto a la pregunta primigenia aquí lanzada, ancilada ella en el último convite al cual asistió en su vida terrena Jesús, el de Nazaret, a usted ¿que le apetece antes de unirse a la eternidad? Por destino y azar, hubo una cena de alto calado, la última en la vida de miles de ser humanos. Usted la conoce, imagino hasta conoce el menú, la más famosa última cena ha sido la carta que ofreció el “Titánic” a sus pasajeros de primera clase antes de hundirse con las aguas heladas del mar la noche del 14 de abril de 1912. Dentro de su feliz ignorancia al no saber lo que les esperaba, ese día fue un banquete pantagruélico.

El menú fue de diez platos. Hubo ostras, paté de foie-gras, solomillo de buey, melocotones en confitura de Charteuse… todo ello rociado con vinos de alta añada. En la segunda clase, el menú aunque no fue tan espectacular como en los privilegiados de la primera, pues digamos ni les fue mal ni se quedaron con hambre. Aquí cenaron: Consomé de tapioca, Abadejo en salsa, Pollo al curry con arroz, Cordero con salsa de menta, Pavo asado con salsa de arándanos, Pudding de ciruela, confitura de vino, sándwich de coco, helado americano. Frutos secos, fruta variada, quesos, galletas y café al final.

Caray, con hambre no se fueron. Aquí incluímos al barbilindo de Leonardo DiCaprio acompañando a una espectacular Kate Winslet en la famosa película. Periódicamente y alrededor del mundo, se ha venido cocinando esta última cena de altamar, en recuerdo de semejante episodio histórico. Que yo haya leído, lo han vuelto a cocinar casi plato por plato en el restaurante “Rayanne House” por el chef Connor McClelland y en un Hotel de Madrid, hace algunos años. ¿Qué pediría usted de última cena? Acaso exquisiteces como ostras, paté de foie-gras, pato relleno barnizado en naranja… en fin.

Cosa curiosa que he cosechado cuando leí de varios casos: ciertos presos condenados a muerte en reclusorios norteamericanos, por lo general piden una hamburguesa. Así de sencillo. Dentro de su feliz ignorancia, los pasajeros del “Titanic” disfrutaron de una pantagruélica cena que jamás, jamás se repetiría.

} else {

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.