LA MUSA DE GOETHE 2/2

SALPICON

Platicábamos en el texto de la semana pasada que hay de maneras a maneras de enfrentar esta pandemia, este confinamiento y esta soledad sorda.

Sin duda, ya son muchos días así. Semanas, meses incluso para cientos y miles de humanos. Lo anterior no debe de quitarnos eso llamado ganas de vivir. Vivir y disfrutar la vida. Así sea confinado y recluido en nuestra residencia. De alguna manera hay que luchar y resistir. Y la mejor manera de ello es ver la vida a colores y la vida a colores brilla más cuando uno tiene, a la mano y en la boca, un buen vino, una buena cerveza, un buen tequila. 

Hay un texto de terror donde un catador es emparedado en… ¡una cava! El texto de espanto es, cómo no, del mismísimo Edgar Allan Poe, quien a la vez no tenía trago aborrecido, así murió. El texto se llama “La barrica de amontillado.” Texto espléndido donde un trago de “Medoc” lo defiende a uno de la “humedad” y del amodorramiento, y suscita una cálida embriaguez, espeta el narrador. Y Medoc, usted lo sabe, es la región francesa, sí, de este caldo emparentado con reyes y príncipes, el Château Margaux. 

Y, usted lo sabe también, este vino Premium, caro de a madre, es una joya. Mejor que cualquier alhaja o auto. El Château Margaux es de la región de Burdeos, Francia, donde se ha producido vino desde el siglo XVI. Y por esto, y no otra cosa, la actriz Margaux Hemingway debe su nombre en honor al vino tinto supremo que cualquier sibarita (como lo fue su papá, Ernest Hemingway) debe de probar alguna vez en su vida. 

Un buen vino se convierte en musa (Voltaire realizaba panegíricos y glosaba la calidad del vino de Borgoña, al cual deletreaba como “el divino jugo de septiembre”). Este filósofo acumulaba los de Volnay de manera celosa y eran motivo de su inspiración y buenas letras. Cuentan las crónicas que el gran Alejandro Dumas escribía “El Conde Montecristo” a la par de escanciar en su mano una copa de Montrachet, su preferido. 

Hace días di cuenta del poderoso poema (una tragedia) “Fausto” del alemán Johann W. Goethe (1749-1832). Usted lo sabe, poema/tragedia/teatro donde el doctor Fausto, desesperado por no haber encontrado la esencia de las cosas, de la vida y la naturaleza en sus libros y en el conocimiento, pacta vender su alma a Mefistófeles para que le abra el mundo del placer terreno, a él vedado y  perdido. Así lo hace y lo primero que hace el sabio Satanás es… llevarlo de rock and roll a una taberna. Los siguientes son algunos fragmentos, las líneas donde se da cuenta de bebidas, libaciones, comida y camaradería (y broncas de cantina, amén también de encontrar señoritas de muy buen ver; chicas fáciles, pues) que encuentran el doctor Fausto y Mefistófeles. Hay una crítica manifiesta del maestro alemán Goethe sobre la superioridad de los vinos del Rin, sobre las bebidas y comida francesa.

“Aquí hay un licor que rápidamente embriaga,/ un chorro pardo que llena tu cavidad…” “Venid, subamos a Burgdorf; a buen seguro encontraréis allí/ las mozas más hermosas y la mejor de las cervezas/ y enredos de primera.” “Procuraos un buen trago, y que tengamos que alabaros… pues si he de emitir un juicio, exijo tener la boca llena.” “Son del Rin, como presiento.” “¡Bien! Si he de elegir, quisiera vino del Rin. La patria otorga  los dones más preciados.” “Quiero vino de Champagne y que sea bien espumoso.” “Un alemán que se precie de serlo no soportará a ningún francés,/ pero sus vinos tomará con gusto.”

En breve: el gran Voltaire realizaba panegíricos y glosaba la calidad del vino de Borgoña (“el divino jugo de septiembre”). Alejandro Dumas escribía a la par de escanciar en su mano una copa de Montrachet. Para Johann W. Goethe, su musa eran los vinos del Rin. Así tan claro, que hasta a Mefistófeles le hizo espetar lo anterior.  

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.