LA DICHA DE PERDER EL TIEMPO

LA DICHA DE PERDER EL TIEMPO

El Senador vivía al lado de su compañera La Dama Libertad

Te dispones a contestar un mensaje en WhatsApp, cuando el celular te recuerda que tienes una cita telefónica en diez minutos y una comida en el otro lado de la ciudad a las 2:30.

Al mismo tiempo, entra a tu teléfono la notificación de una noticia reciente que llamó tu atención y despierta tu curiosidad. Mientras el inbox te avisa que tienes una treintena de correos sin contestar.

Todos experimentamos el incremento del ritmo y notamos la prisa con que vivimos hoy. También somos testigos de familias enteras, parejas o amigos sentados a la mesa, ya sea de un restaurante o en casa, cada cual atendiendo su celular al punto de perder la identidad.

El temor a dejar pasar algo, la velocidad del mundo y nuestra creciente adicción a estar conectados nos ha robado el tiempo de silencio para reflexionar, pensar, relacionarnos y estar con nosotros mismos.

Nos hemos vuelto más eficientes, a la vez que más irritables y menos pacientes. El estilo de vida que hemos creado nos hipnotiza y nos hace creer que tenemos el deber de “aprovechar” cada minuto del día.

Nos irrita sentir que perdemos el tiempo, ya sea en el tráfico, en una antesala o por la impuntualidad de alguien, en lugar de aprovechar esas oportunidades para respirar o reflexionar.

“Si no te das el tiempo para estar solo y en silencio te arriesgas a perder la oportunidad de reponer tu mente. El incesante cúmulo de estímulos y las demandas constantes crean ansiedad y nos deshumanizan de manera implacable.

Nuestra mente hiperconectada y el sentido de urgencia perpetuo en que nos hemos sumido amenaza la salud mental, la identidad personal y las relaciones humanas”, comenta el profesor Alan Lightman en su libro In Praise of Wasting Time. Y agrega: “La mente necesita de manera continua descansar y tener periodos de calma”.

Regálate un tiempo para ti.

A lo largo de la historia, artistas, científicos y pensadores han creado sus mejores obras al permitir que su mente divague durante momentos de ocio. Por eso hoy más que nunca conviene escuchar al poeta Renato Leduc: “Sabia virtud de conocer el tiempo…”. ¡Ah! qué poco lo conocemos. Si pudiéramos aquilatar lo que en verdad nos llena de vida y de gozo lo advertiríamos y nuestra vida sería otra.

Es una necesidad cambiar el concepto que tenemos sobre “perder el tiempo”. “Perderlo” no es desperdiciarlo, significa pasarlo sin meta ni horario, desconectados del mundo de las pantallas y conectados con nuestro ser, para reinstalar la claridad mental, la creatividad y la calma; así como para darnos privacidad y tiempo de reflexión. ¡Imposible!, dirán muchos. Aquí algunas sugerencias para lograrlo:

-Por las mañanas, al hacer ejercicio o salir a caminar deja el celular.

-Durante las comidas apaga tu teléfono.

-Siéntate en un lugar tranquilo, solo y en silencio, durante diez minutos al día y únicamente respira.

-Procura 30 minutos al día para leer con el celular apagado.

-Practica con tus hijos pasar diez minutos de silencio todos los días.

-En los lugares de trabajo conviene tener una “habitación de silencio” para ir a descansar 30 minutos sin dispositivos.

-Procura salir al campo y a la naturaleza.

-Procura reducir tu tiempo semanal de pantalla.

-Nota cómo te hace sentir media hora en redes sociales en comparación con media hora de conversación, lectura o contacto con la naturaleza.

Como escribe José Emilio Pacheco en su poema “El silencio”:

Sólo el silencio que da miedo. Tan raro, tan escaso se ha vuelto en este mundo que ya nadie se acuerda de cómo suena, nadie quiere estar consigo mismo un instante.

LA AUTORA

Empresaria, conferencista a nivel nacional e internacional, primera asesora de imagen de México, comunicadora en prensa escrita, radio y televisión, esposa, madre de tres hijos y abuela de ocho nietos.

Gabriela Vargas

Empresaria, conferencista a nivel nacional e internacional, primera asesora de imagen de México, comunicadora en prensa escrita, radio y televisión, esposa, madre de tres hijos y abuela de ocho nietos.