LA ATORMENTADA COCINA… INGLESA (1)

JESÚS R. CEDILLO

Usted lo sabe, y usted y yo lo hemos repasado en estas páginas de gastronomía dominicales, el aforismo de José Vasconcelos es despiadado: la cultura en México termina donde comienza la carne asada. Es decir, allá por San Luis Potosí o Zacatecas. Según sea su enfoque. Pero ya luego se acaba la piedra labrada y comienza la tierra yerma y su manera de comer: cabrito al pastor y carne asada a las brasas. Solo eso, según el maestro Vasconcelos, cuando lo dejó escrito.

Podemos estar de acuerdo o no, pero es igual la fama que arrastra la cocina inglesa. ¿No hay buenos platos ni imaginación en la cocina inglesa? ¿Influye su clima, sumido en neblina, bruma y lluvia ácida, en la personalidad de sus ciudadanos y su manera de ir a la tabla? Lo siguiente lo dijo el Vasconcelos de por allá, Telleyrand: “Francia, una sola religión y miles de salsas; Inglaterra, una sola salsa y miles de religiones”. Caray, hubiese venido el sabio Telleyrand a México para que supiese de salsas y platillos.

Un buen escritor y reportero, el ibérico Julio Camba, lo dijo así en su momento: “Aquí no hay placeres. Las mujeres son frías y las camas duras. Las comidas no tienen salsas… en Inglaterra solo comen unos cuantos, todos los demás se dedican a hacer juegos de prestidigitación con el tenedor y el cuchillo”.

Lo bien cierto es que la cocina inglesa y sus fogones tienen fama de atormentar a sus comensales. Tiene fama de no tener imaginación, de ser primitiva, seca, dura. Sin duda, eso ha cambiado en muchos lugares hoy, pero sigue con dicha fama y sentencia desde hace lustros. Yo, como nunca he ido a Inglaterra y, al parecer, así moriré, me limito a la lectura y a explorar su comida, su alimentación, a través de la literatura y sus autores vertebrales.

Una de ellas es Jane Austen (1775-1817). Ya que andamos en época de confinamiento y peste bíblicos, esta inglesa escribió su obra, casi todo el tiempo, dentro de las cuatro paredes de su habitación. Fueron esporádicas sus salidas del pueblo. Es decir, vivía confinada, y su época no tiene nada qué ver con libertades de género: las mujeres eran solo un trato más en la vida de un hombre y formaban parte de una familia, siempre y cuando el hombre las escogiese.

Cosas de “equidad de género”, hoy tan inyectadas de rencor y odio, que las feministas ni la leen, ni conocen dicho periodo histórico (la mayoría de las mujeres no conocen ningún período histórico, solo protestan y gritan hoy). Bien, era época de confinamiento obligatorio para ellas. Puse entonces mano y lectura a tres novelas de Jane Austen, que hoy se siguen leyendo. A gotas, pero se leen. En “Café Montaigne” y “Contraesquina” las abordaremos desde el lado sociológico, político y eso llamado “equidad de género”. Pero aquí desde el lado gastronómico…

Y, caray, sale mal librada, como en lo anterior anotado. Es decir, sus textos narrativos, debatiéndose entre el romanticismo, el naturalismo y el realismo (decimonónicos, pues), nos iluminan sobre la alimentación en Inglaterra en el siglo XIX y aquello es… una desolación de platillos. Entramos de lleno en el próximo texto, no me deje de leer.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.