LA ABSURDA RAZÓN

LA ABSURDA RAZÓN

Como si tener la razón fuera premiada

Es una escena que se repite cada domingo en la sobremesa. Un familiar hace clara su postura sobre un tema —el que sea, aunque los más incendiarios suelen elegir política, sexualidad o religión— y, renglón seguido, recibe un contra argumento para demostrar lo equivocado que está.

Una conversación que en cualquier otra circunstancia se pudo convertir en un diálogo constructivo y enriquecedor, en nuestra sociedad se vuelve un campo de batalla para demostrar la supremacía del que “sabe más”, o del que “no se equivoca”, o del que “pone a todos en su lugar”.

Las peleas por ganar discusiones, muchas veces absurdas, han llevado a decir más de lo necesario, hacer comentarios hirientes, dañar relaciones interpersonales o hasta fracturarlas de manera definitiva. ¿Cuántos divorcios podremos contar por que uno de los cónyuges se puso en una postura inflexible ya que estaba seguro de “tener la razón”?

Si el asunto se limitara al ámbito de lo familiar, el impacto estaría más o menos controlado, pero la ambición por tener la razón se vive en todas las esferas. Así, en los círculos de poder político lleva a la implementación de leyes injustas, prácticas abusivas o intimidatorias, regímenes autoritarios, y, en el más extremo de los casos, hasta la declaración de conflictos armados… con tal de demostrar quién tiene la razón.

Razón y ego van mucho de la mano. Cuánto más se aferra alguien a tener la razón, más grande es el tamaño de su ego y más se le nubla la visión.

El que tiene la razón siente que ganó, pero en realidad, ¿qué ganó? No mucho, si lejos de compartir su argumento se dedicó a pisotear los de los demás o a imponer su voluntad por la fuerza.

Ahora, no se trata, tampoco, de todos pensemos igual, eso es imposible y demasiado aburrido. Cada persona puede probar que tiene la razón si la conocemos, si entendemos su posición, si observamos desde su perspectiva o incluso, si justificamos sus acciones. Para todo se puede hallar una prueba. Pero esa, es una empresa ridícula… solo por tener la razón.

Tampoco se trata de forzar punto de coincidencia. Habrá ocasiones en las que se pueda y otras en las que resulte artificial. Lo cierto es que se vale pensar diferente. Se vale no estar de acuerdo. ¡Y no pasa nada!

Lo que sí debe prevalecer, en cualquier caso, es el respeto. El que uno respete la opinión de otro no quiere decir que la aplauda o que coincida, simplemente que la reconoce.

Busquemos respetar, este es un buen punto de partida para empezar construir una comunicación más enriquecedora y diversa.

Twitter: @claravillarreal

contacto@claravillarreal.com

LA AUTORA

Es reconocida por su desarrollo profesional en el área de la consultoría en imagen personal; eficaz para hombres y mujeres.

Clara Villarreal

Consultora de imagen personal, etiqueta empresarial y protocolo Institucional y organizacional.