JESÚS R. CEDILLO: DON FABRIZIO A LA TABLA

El Príncipe de Salina, don Fabrizio, como patriarca de una de las más famosas y poderosas familias de la isla de Sicilia (1860), tiene su sacerdote particular en su capilla a su servicio. Es el padre Pirrone ¿Qué come este religioso regordete en la novela “El Gatopardo”? Única novela salida de la pluma de Guiseppe Tomasi Di Lampedusa, antes de quedar dormido en los largos trayectos en diligencia. 

“Con el aspecto sereno del sacerdote que ha dicho la misa y ha tomado un café fuerte con galletas de Monreale, el padre Pirrone estaba sentado, sumido en sus fórmulas algebraicas…” Pero lea la cena de un verdadero Príncipe: “… hay que decir que el aspecto de aquellos babélicos pasteles bastaba para saciar enternecimientos de admiración. El oro bruñido de la costra, la fragancia del azúcar y canela que de ella emanaban solo eran el preludio de la sensación de delicia que surgía del interior cuando el cuchillo hendía la superficie: primero brotaba un vapor cargado de aromas, luego se divisaban los higadillos de pollo, los huevecillos duros, los trocitos de jamón, de pollo y de trufa mezclados en una masa untuosa, muy caliente, de diminutos macarrones a los que el extracto de la carne añadía un precioso color gamuza”´.

En otros lados se habla de olores, aromas que llegan desde la cocina del “ragú que hervía lentamente, (con) extractos de tomate, cebolla y carne de cordero para acompañar a los ‘anelletti’ de los días especiales…” Guiseppe Tomasi Di Lampedusa murió a los 60 años (1957) y no vio su texto publicado ni alcanzó a revisar las galeradas del mismo. 16 meses después se publicaría su texto que hoy forma parte de la historia de la literatura y de la humanidad. Una novela perfecta, a decir de todos los críticos. 

En una cena-baile, el Príncipe don Fabrizio desprecia la comida fuerte y hasta las bebidas. Lo dispuesto, el “buffet”, hace exclamar al Príncipe: “¡Cáspita, cuánta comida! Doña Margherita sabe hacer bien las cosas. Pero son lujos que mi estómago no puede permitirse”. Por lo cual, don Fabrizio se dirige a la mesa de los dulces. Lea usted tanta maravilla italiana: “Enormes ‘babá’ tostados como el pelaje de los alazanes, Mont Blancs nevados de nata, ‘beignets Dauphine’ que las almendras salpicaban de blanco y los pistachos de verde, pequeñas colinas de profiteroles al chocolate, macarrones y grasas como el humus de la llanura de Catania, de donde por cierto, al cabo de múltiples metamorfosis, procedían ‘parfaits’ rosados, parfaits color champán, parfaits cenicientos… entre olores a vainilla, a vino, a polvos de arroz, don Fabrizio erraba por la sala en busca de un sitio…”

Dejamos para un último texto (la novela es inagotable) la cocina de caza y algo de lo cual le platiqué en un texto pasado, una maravilla llamada “Gelatina de ron”. En una isla con un calor abrasador la mayor parte del tiempo, los sicilianos se entregan a su pereza y a sus “sorbetes de escorzonera o de canela…” Pues sí, de estos bravos, educados y licenciosos linajes que hacen de la comida y los banquetes todo un honor, deriva eso llamado mafia siciliana…

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.