JESÚS R. CEDILLO: ALCOHOL, SOTOL Y CREACIÓN

No hay nada romántico en beber y beber alcohol. Ser alcohólico. Termina por devastar al alcohólico y también a los que lo rodean, no pocas veces. Es un grave problema de salud pública; pero tolerado. El aparente romanticismo que rodea algunas borracheras y a artistas de otros tiempos (Malcom Lowry, Hart Crane, Francis Scott Fiztgerald, Toulouse–Lautrec, Clarice Lispector…) no tiene absolutamente nada que ver con la sórdida, terrible y cruda realidad del alcohólico de hoy en día. O de siempre. 

En días pasados, VANGUARDIA publicó un espléndido reportaje en su edición cotidiana con el siguiente encabezado en portada: “Vinculan 67 por ciento de muertes con el alcohol”. Sin palabras con el anterior dato de miedo en este México entregado… al alcohol. En cualquier época de la historia en este país, la parranda y la borrachera con licores fuertes son pan cotidiano. En los dos pasados textos exploramos someramente las referencias que da sobre el sotol, el aguardiente y algunas comidas la autora Nellie Campobello en su obra, casi perfecta, “Cartucho”. Textos ambientados en ese período crudo y sanguinario del país, la Revolución Mexicana. 

Algunas otras referencias en sus cuentos son las siguientes. Cuando matan a Felipe Ángeles, este, ya prisionero, estaba “cenando pollo”. Luego se da el siguiente diálogo entre Pepita Chacón y el General prisionero antes de que lo fusilaran: “Cuando vio el traje negro dejado en una silla, preguntó: ¿Quién mandó esto? Alguien le dijo, la familia Revilla. Para que se molestan, ellos están muy mal, a mí me pueden enterrar con este, y lo decía lentamente tomando su café…”

Santos Ruiz no quiso ser villista. No quiso firmar y por eso iba a ser fusilado. Lo fue. Pero antes, todo mundo quería convencerlo de convertirse al villismo para que salvase su vida: “Nadie quería fusilarlo, hasta los más villistas pedían su vida y tenían esperanzas de convencerlo, le dieron de beber y ni con el sotol lograron quitarle su firma…”

“No, yo nunca bebo agua, en toda mi vida café, solo café, el agua me sabe mal –dijo sonando la boca– cuando lleguemos a Camargo tomaré café…” dice otro personaje en los textos de Campobello. Una estampa del General Urbina, “… el General Tomas Urbina nació en Nieves, Durango, un día 18 de agosto del año de 1877. Caballerango antes de la revolución, tenía pistola, lazo y caballo. La sierra, el sotol, la acordada hicieron de él un hombre como era…. Sabía montar potros, lazaba bestias y hombres. Tomaba tragos de aguardiente de uva y se adormecía entrelazado en los cabellos negros de alguna señora…”

“(Elías Acosta) Gritaba mucho cuando andaba a caballo; siempre se emborrachaba con sotol”. 

En las calles de la Ciudad de México, a principios del siglo XX, unas marchantas vendían té con alcohol en diez centavos. Cuando ya no había lugar donde seguir la parranda, los bebedores iban con ellas. Era barato, pero otras vendedoras daban aún más barato: té por ocho centavos… sí, te-por-ochos. Teporochos. Regresaré al tema. 

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.