JESÚS R. CEDILLO: A LA TABLA CON DARWIN

Hace poco le pregunté a usted, que hace favor de leerme dominicalmente, ¿qué es lo más exótico que usted ha comido en su vida? Digamos, ¿lo más “diferente” a una comida habitual? Pero, vaya, ¿diferente con respecto a qué o con quién? Simplemente en México, lo que se come en el bello sur, no pocas veces aquí en el norte del país causa repulsa. Igual, lo que nosotros consideramos una buena y sabrosa gastronomía aquí, a ellos, como dicen los jóvenes, “ni en cuenta”.

En aquella ocasión le comenté de lo siguiente como rápidos ejemplos y a vuela pluma: el consumo en el sur de pinacates, hormigas, serpientes, gusanos; y, claro, el consumo de carne como la de venado es cosa cotidiana, lo cual es todo un manjar. Pero, igual, no a todos los hermanos del sur les gusta eso llamado aquí “Machito” de cabrito. Y claro que usted lo sabe como buen norteño: son las vísceras del chivo escurriendo su propia grasa y todavía, y de pilón, envuelto todo eso en su propia tripa. 

Pero igual, en el sur hay un platillo excepcional, el cual a mí en lo personal me gustó mucho. Me ha gustado mucho cuando he ido a Chiapas: la chanfaina. Es decir, las vísceras del venado en un jugo y/o salsa de otro mundo. Para mí, insisto, un manjar. Voy a recapitular unilateralmente sobre comidas “extrañas” que alguna vez disfruté en mi paladar (no todas, claro): he comido serpiente, tortuga, hormigas, gusanos, venado, conejo, armadillo, pato, codornices, ranas… pero, para mi desgracia, no jabalí. Y lo del jabalí lo toqué rápidamente aquí porque era el alimento cotidiano de los niños caídos en una isla desierta en la novela “El Señor de las Moscas” del gran Nobel de Literatura, William Golding. 

Repasando la vida del científico Charles Darwin y, usted lo sabe, es el hombre que prácticamente cambió a la humanidad con su observación e investigación deletreada en “El origen de las especies” (teoría evolucionista, de la cual aún hoy somos deudores). Este tipo, en su vuelta por el mundo, se preguntaba cuando veía un animal extraño a sus ojos: ¿a qué sabrá dicho animal cocinado?    

Sus biógrafos y él mismo en su autobiografía y sus cartas cuenta de ello. Comió carne de halcón, búho, armadillo, un extraño animal llamado agutíes; en la Patagonia probó carne de puma, iguanas y tortugas gigantes. Estas últimas le gustaron tanto que contó en sus diarios de comentarios que cuando regresó a Europa en el barco “Beagle” cargó con 48 ejemplares de tortugas gigantes para disfrutarlas en todo el viaje. 

Pero igual, cuentan los biógrafos que a su regreso de su periplo por el mundo, y Sudamérica sobre todo, Charles Darwin jamás emprendió viaje alguno por una extraña afección, dolencia o enfermedad que lo tenía perpetuamente agotado y casi postrado en cama todo el tiempo. ¿Alguna bacteria mutante de tanto animal raro que se zampó? Seguramente. Pero el diente del señor Darwin no se privó de nada.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.