JAMES JOYCE A LA TABLA (2)

Leer a James Joyce en clave gastronómica es tarea larga, placentera, pero casi infinita. Tiene multitud de citas, comparaciones, atisbos, llamadas y reflexiones sobre la comida y la bebida en general. Al indagar en su obra portentosa y faraónica, “Ulises”, asistimos al espectáculo de una obra casi total. Aquí hay de todo y cabe todo. 

Imagino que si usted y yo comemos lo siguiente como dieta más a menos cotidiana, nos iremos a la tumba sin remedio. Pero vaya, quién no va a ir a la tumba temprano o tarde. Es lo mismo, pero, sin duda, comer lo siguiente es un lastre para el estómago. O bien la siguiente dieta del personaje de Joyce, Mr. Leopold Bloom, es solo para gente con panza de acero. Lea usted…

“El señor Leopold Bloom comía con fruición órganos internos de bestias y aves. Le gustaba la espesa sopa de menudos, las ricas mollejas que saben a nuez, un corazón relleno asado, lonjas de hígado fritas con raspaduras de pan, ovas de bacalao bien doradas. Sobre todo le gustaban los riñones de carnero a la parrilla, que dejaban en su paladar un rastro de sabor a orina ligeramente perfumada”.

¿Le apetece el anterior menú? Caray, con esta dieta uno va directamente al cajón de muerto. Pero, definitivamente, se antoja y hay que comerlo alguna vez en la vida en honor a semejante personaje (Leopold Bloom) y, claro, en honor al viejo escatológico de James Joyce. Una cita más: “Gritos desde la ventana abierta, que estremecen la tarde en Kempthorpe. Caras pálidas: se agarran las costillas de la risa, abrazándose unos a otros… una cara asustada de ternero, lustrosa de mermelada. ¡No quiero que me achuren! ¡No jueguen al toro mocho conmigo!”

En varios tramos de la novela, diversos personajes de Joyce beben cerveza oscura, cosa que era de las bebidas favoritas del maestro. Mejor escrito: Joyce no tenía bebidas alcohólicas aborrecidas. Dice uno con singular alegría: “Tinas de cerveza oscura, maravilloso”.

En una de sus disertaciones, uno de sus personajes entrañables, Esteban Dedalus, al hablar sobre Antístenes, da una documentada relación de historia, vida privada, comida, bebida y modos de ser y hacer, no solo del discípulo de Georgias, sino de Walt Whitman; Helena, la mujer y diosa dorada de Troya; Elisa Tudor, la reina de Saba; William Shakespeare… en fin, una aplanadora de pensamiento este James Joyce.

Rápidamente un fragmento del soliloquio del profesor Dedalus: “Su vida (la de Antístenes) fue opulenta… es el arte del exceso. Calientes pasteles de arenque, verdes cubiletes de vino, salsas de miel, azúcar de rosas, mazapán, palomas a la grosella, golosinas de jengibre…” Caray, esto es vida, placer de vida y placer y ambrosía de vivir. Pues sí, eran épocas donde se contaban carbohidratos; no existía eso llamado hoy descafeinado, deslactosado, sin gluten… sin vida misma. 

Un atento lector de esta columna dominical, el abogado Gerardo Blanco Guerra, me ha pedido que ya aborde a James Joyce en clave escatológica. Con gusto. Ya estoy preparando los textos. En honor a la verdad, Joyce era un viejo cochino en todo sentido, pero absolutamente genial. 

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.