HIJOS, MONEDAS DE CAMBIO

HIJOS, MONEDAS DE CAMBIO

A ellos no se les manipula, se les ama

A la hora de la ruptura de un matrimonio, los hijos se encuentran entre los principales afectados por la separación. El grado de daño varía; dependiendo la edad de los hijos, el tipo de ruptura que se esté llevando a cabo y el grado de rencor contra el grado de madurez de los padres.

La edad de lo hijos. Un bebé de dos años apenas se dará cuenta que papá ya no vive en la casa, mientras que un jovencito de 13 no se detendrá a la hora de cuestionarlo todo.

El tipo de separación. No es lo mismo una separación en la que ambos cónyuges están de acuerdo y procuran desarrollar el trámite con cordialidad, a una dónde las discusiones con gritos y palabras altisonantes retumben todos los días a todas horas.

El grado de dolor vs el grado de madurez de los padres. En ninguna separación los cónyuges se pueden poner de acuerdo en la historia de qué los llevó hasta el punto de no retorno. En todas ella hay rencor, hay dolor y sufrimiento. Incluso en los divorcios más civilizados, el estómago se engarruña a la hora de afirmar delante del juez que uno desea continuar con el trámite. El grado de dolor importa, pero igual de importante es el grado de madurez.

Con que uno de los cónyuges sea lo suficientemente centrado para evitar que el rencor se desborde, podrán manejar —más o menos— la situación sin lastimarse demasiado.

Desafortunadamente, el tercer punto es el más volátil, puesto que el grado de dolor fluctúa bastante a lo largo de una separación. Entonces, si el dolor aumenta y rebasa la madurez, podemos encontrar un montón de maniobras sucias para desquitar el coraje y cobrarse —a lo Chino— el daño que expareja la hizo. Entre las acciones más comunes y, lamentablemente efectivas para lastimar al antes amor de la vida, consiste en usar a los hijos.

Los hijos se vuelven un objeto para extorsionar, manipular y coaccionar al cónyuge para que haga lo que el otro ordena. Así hemos visto que se pactan pensiones ridículamente altas “para mantener el estilo de vida al que los hijos están acostumbrados”, o que el padre arrebata la custodia de los hijos “porque él sí les dará un buen ejemplo no como la **** de su madre”, o llegan a acuerdos imposibles de sostener como que “los hijos pasen exactamente el 50 % del tiempo con la madre y el 50 % con el padre”. En la práctica, lo anterior implica que una noche las creaturas duermen en casa de mamá y la noche siguiente en la de papá, sea entresemana, fin de semana, festivo o puente… uno y uno.

Los hijos, que supone que son lo más importante para una pareja, se vuelven moneda de cambio para lograr lo que uno quiera imponer sobre el otro. Presas del dolor, del rencor o con la maldad en la piel, las exparejas olvidan que los hijos son seres indefensos, dependientes y completamente ajenos al conflicto.

Una separación no es agradable aunque en ocasiones sea necesaria. Cuando se dé, no olvidemos que por encima de todo, se encuentran los hijos. Reconozcamos su valor como seres humanos y nuestra responsabilidad para con su bienestar. Si lo hacemos así, a pesar de la separación podremos abrazarlos en las noches y que ellos sepan que aunque las cosas están algo raras, su papá y su mamá los aman con locura. Así que mamá hazte cargo de tu 100% de responsabilidad y papá hazte cargo de tu 100% de responsabilidad.

Los hijos no son monedas de cambio.

Twitter: @claravillarreal

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LA AUTORA

Es reconocida por su desarrollo profesional en el área de la consultoría en imagen personal; eficaz para hombres y mujeres.

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Clara Villarreal

Consultora de imagen personal, etiqueta empresarial y protocolo Institucional y organizacional.