HIJOS DE… LA CARNE ASADA 1/3

Apenas mejora el clima hostil del desierto, a todo mundo se le antoja carne asada en su jardín o en su casa solariega. ¿Mejora el clima? Cualquier acontecimiento es bueno para asar una buena carne. ¿Eliminaron a los Pittsburgh Steelers en los juegos de playoff de la NFL? Pues hay que hacer una carne asada para llorar a moco tendido. ¿El niño fue a su Primera Comunión? Pues hay que hacer otra carne asada. ¿La niña va a secundaria? Obliga organizarle un asado con sus amigas y como despedida de su escuela anterior. ¿Día de la Madre, Día del Padre, Día del Perro?

En este norte árido, hermoso y desértico, obliga siempre una carne asada el fin de semana. Ahora que proliferan institutos de gastronomía, escuelas de cocina, cursillos para bien cocinar, diplomados de panadería y un largo etcétera, debería de ponerse como examen inicial o final, o los dos, el cocinar… una carne asada. Un buen asado. Y, claro, todo mundo lo dice: “ven a mi casa, mi tío Roberto cocina la mejor carne asada de la ciudad”. Y, claro, ni dudarlo. Por lo general, la mejor carne arrojada al fuego la cocina un doctor, un profesor, un mecánico o un carpintero sin pretensiones de ser chef ni alquimista, el cual no pocas veces le unta (la marina) a dicha carne menjunjes que la hacen más que apetecible al paladar. 

Pero, al asar la mejor carne, ¿cuáles deben de ser sus características; bien cocida o medio cocida, con qué tipo de leña y carbón, marinada o directo a la parrilla? ¿Directo a la parrilla o a la brasa ardiente, con fuego o sin fuego, o solo sobre la ceniza? ¿Encerada la parrilla o sin aderezo? ¿Se le da vuelta a la carne con unas monstruosas pinzas de aluminio o con un trinchete de dos puntas de madera? ¿Cuál es el pedazo de la res más apetecible? 

¿Los cortes tipo americano o el corte de la res al modelo argentino? ¿Por qué los nativos de Canadá, por ejemplo, desprecian o no les gusta del todo eso que nosotros llamamos “arrachera”? ¿La “arrachera” es carne? Insisto, ahora que proliferan chefs y graduados en gastronomía taiwanesa, cócteles neoyorkinos y cocina de Madagascar, debería de ponérseles un sencillo examen o dos: cocinar un par de huevos estrellados, tiernos y perfectos, con tocino frito a un lado. Y dos, realizar un asado. Asar un buen trozo de carne. 

El olor de la carne asada, de un buen asado, es tan irresistible que si tomamos como inicio de todo a la Biblia, en especial La Torah, los aromas son tan excelsos… que le gustan a Dios. Lo anterior usted lo puede corroborar en Génesis 8.19-22, en un verso se deletrea: “Y percibió Jehová olor grato…” Y a partir de este primigenio momento, los banquetes de carne asada se suceden sin cesar. ¿Quién realizó el primer asado? ¿Fue de carne de res, de cordero, cabrito o fue un fino pescado a las brasas? Jesucristo vino a enseñarnos un epicureísmo responsable. En uno de tantos episodios donde Jesucristo enseña a través de sus actos y estilo a la par de hacerlo a través de sus historias (metanoia/transformación), en Juan 21.2-13, el maestro se convierte en chef y les cocina un pescado a las brasas con pan a sus amigos y discípulos: “Al desembarcar, vieron puestas unas brasas y un pescado encima de ellas, y pan. / Jesús les dijo: / traed algunos peces de los que acabáis de pescar… Venid y almorzad…” Continuará…

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.