GASTRONOMÍA Y POESÍA

Se lo he platicado en este espacio y siempre lo vuelvo a platicar en cualquier espacio que tengo disponible y a la mano: la vida se ha abaratado, se ha achatado enormidades. Uno de los puntos nodales: ya no hay librerías. Librerías reales, digamos, de hormigón, ladrillo, madera, cemento y lo principal: con libros. Hartos libros. En Monterrey y su zona conurbada y en su buen momento (digamos, iniciando milenio, 2000 y tantos) llegó a haber hasta 43 librerías. Hoy sobreviven cinco. 

Aquí en Saltillo, pues, caray, ni hay. Internet y la pandemia se lo han llevado todo. Para bien y para mal en todos los aspectos. Por eso es agradecible una buena colección de libros de poetas, los cuales aparecen semanalmente en los puestos de revistas y periódicos (que ya tampoco casi ni hay en la ciudad). Son ediciones de lujo, bien cuidadas y en tapa dura con ilustraciones en cubierta, con estampaciones en oro, plata y bronce sobre géltex. 

Al momento de redactar la presente nota, van cuatro tomos de una tirada de naipes invulnerable: Pablo Neruda, Gustavo Adolfo Bécquer, Antonio Machado y Miguel Hernández. Pues sí, puros ases. Y usted y yo lo hemos repasado aquí y en otros espacios varias veces: los buenos y grandes escritores tienen al universo todo como casa y materia poética. Es decir, escriben con galanura y donaire lo mismo de nuestras pasiones (amor, odio, celos, rencor, venganza), de la madre naturaleza, hablan de Dios o de los dioses y sí, también tienen como tema de interés la gastronomía, los alimentos, los frutos, los vinos, las bebidas. 

Va entonces una breve, pequeña y rápida antología de textos, donde estos abordan con su pluma eso llamado alimentos, frutos y bebidas. Iniciamos con unos versos del divino San Juan de la Cruz (no incluido en la colección): “Debajo del manzano, allí conmigo fuiste desposada. Allí te di la mano, y fuiste reparada…” Escribe Gustavo Adolfo Bécquer: “Mi adorada de un día, cariñosa, / ¿En qué piensas? Me dijo: / En nada… ¿En nada y lloras? Es que tengo / alegre la tristeza y triste el vino”.

Unos versos del enorme Antonio Machado, del cual no pocas veces usted lector ha escuchado sus poemas musicalizados: “Bajo ese almendro florido, / todo cargado de flor / –recordé–, yo he maldecido / mi juventud sin amor”. Uno más: “De un ‘arte de bien comer’ / primera lección: / no has de coger la cuchara / con el tenedor”. De Pablo Neruda leamos: “Aquí están las colinas con tanto follaje / Que el falso castillo de cabeza calva / No tiene perdón: no le crece una hoja / En el tejado. Pero / La Iglesia de Tabán es una fruta amarilla, / Es una dulce pera de oro, / Es un pequeño y largo pan ofrecido a los dioses”.

Pues sí, no pocas veces las iglesias y demás monumentos se nos hacen o se nos asemejan frutos vivos, en este caso “una dulce pera de oro”.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.