GASTRONOMÍA Y EROTISMO

JESÚS R. CEDILLO

Con los calores primaverales y veraniegos, se desatan las pasiones humanas. Un extraño poeta árabe, M. Ibn Fayad, deletrea: “Para volver a verlos / cierro los ojos / de noche / para sentirlos / tus pechos rubios / como peras frescas del Jardín del Sultán, / del jardín primero del Palacio Real…”

El tema es viejo y eterno. Tan antiguo y viejo, como la comida y el sexo. El tema es eterno, tan eterno como los alimentos y su influencia en el apetito sexual del hombre y la mujer. ¿Por dónde iniciar? No lo sé. Hay dos motores de la historia: la comida y el sexo. Sexualidad y gastronomía van de la mano desde el origen de los tiempos. Aunque he tocado el tema tangencialmente en textos pasados, atentos lectores me han comentado de ello y han notado semejante arista y matrimonio.

El tema es inagotable. Mejor aún, a partir de este texto le propongo que usted mismo explore la trama. Se aventure en comidas, alimentos afrodisíacos, bebidas, literatura, música y, sobre todo, lo mezcle usted con sexo, buen erotismo y todo aquello que libere sus sentidos y su líbido, lector.

Al azar, sin orden ni concierto, irán saltando letras y citas, argumentos y versos, bebidas y alimentos considerados estimulantes. Ya en el siglo XIV, el Arcipreste de Hita escandalizaba a sus feligreses y seguidores con los siguientes versos, donde se amalgama el tema de esta columna: “Aristóteles dijo, y es cosa verdadera, / que el hombre por dos cosas trabaja: la primera / por el sustentamiento, y la segunda era / por conseguir unión con hembra placentera”. A reserva de mejorar el porcentaje, le damos la razón al Arcipreste de Hita en un cien por ciento. Su pensamiento, ancilado a la vez en Aristóteles, es invulnerable. Comida y sexo.

Sí, lector, pero también ¿ya lo notó? Es justo el otro lado de la moneda lo que es también penado, son dos pecados capitales: la gula y la lujuria. Matrimonio indisoluble. Desde siempre se ha pensado que ciertos alimentos, sean estos de origen animal, mineral o vegetal, estimulan el apetito sexual. A estos alimentos se les conoce como “afrodisíacos”. El Diccionario de la Real Academia lo define como aquello que “excita o estimula el apetito sexual”. El linaje del nombre le viene de Afrodita, diosa griega del amor y la sexualidad, a la que los romanos rebautizaron como Venus… y de aquí viene, usted lo sabe, las enfermedades venéreas. En fin, genealogía de palabras y términos que usted ya sabe. Pero me estoy desviando, regreso.

Referencias a alimentos afrodisíacos, que nos producen alteraciones sexuales y contribuyen al mejor disfrute de los sentidos en el plano carnal, datan de dos mil años antes de Cristo. Hay referencias en textos griegos, en añosos libros orientales de la India, en la cultura árabe y en la misma Biblia. Un ejemplo rápido. Petronio, en su “Satiricón”, nos da cuenta de aquellos manjares y refinamiento de los que hacían gala los romanos en sus bacanales y orgías. Petronio nos relata de la degustación de platos tan suculentos como originales: lenguas de flamenco, lirones cebados, codornices rellenas de frutos secos, jabalíes repletos de tordos asados; todo ello bañado con generosas dotaciones de vino. No podían faltar platones rebosantes de dos alimentos eróticos por linaje escogido: la uva y la manzana.

Cuenta la historia y la leyenda que Petronio gastaba toda su fortuna en estos ágapes y cenas para los patricios romanos. Trataba de ofrecer lo mejor para no defraudar a sus invitados. Cuando no le quedó plata alguna para repetir esas cenas fastuosas, se bebió un vaso de veneno. Fin.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.