FRUTOS Y FRUTAS DE LA LENGUA

CEDILLO

Nadie como los poetas, aquellos humanos los cuales siempre traen la verdad en su palabra. Los poetas, esos santos de la creación, son lo sínicos que tal vez y sólo tal vez van a quedar vivos después de la pandemia para contarlo. En el peor de los casos, van a morir igual que todos, pero sus palabras y su lengua de fuego seguirán por siempre. Su palabra escrita será eterna y nos arropará en los tiempos aciagos que nos asisten y en los del porvenir.

El calor, el ingrato calor sigue apretando en la ventana. Sin duda, ya nos acabamos al planeta y éste se defiende de nosotros, de esta marabunta depredadora llamada humanidad. El planeta se derrite, es por el llamado “calentamiento global.” No hay lugar dónde esconderse. Escribo estas líneas el día 8 de septiembre, bajo una temperatura promedio afuera de 32 grados diarios. Es decir, algo imposible en Saltillo sólo años atrás, pocos años atrás. Pero hoy, días y semanas como fotografías: un calor agobiante, asfixiante, el cual no da tregua ni reposo.

En este rápido liminar y en dos párrafos llevamos dos elementos vertebrales: los poetas como portadores de la verdad y de la vida, y el calor y sol asfixiantes por el otro lado de la moneda. Si usted los junta hoy, tendremos una resultante a la ecuación planteada: los versos del poeta mexicano Carlos Pellicer. Por estos días releí la famosa “Antología de la poesía mexicana moderna” del esteta Jorge Cuesta, quien terminó con su vida de manera dramática, atroz y ultra-violenta. Harto atormentados, pero bueno, así son no pocas veces las mentes privilegiadas, como la de Cuesta.

Los versos de Carlos Pellicer se pueden sentir, ver, saborear y oler. La exuberancia del trópico en todo su esplendor. La belleza de los frutos y la naturaleza misma, aquí se pueden paladear. Por algo y si usted recuerda, no pocas veces aquí he escrito que en el Norte de México, ya hace tanto solo y calor, como en los versos de Pellicer. Hay un poema el cual no recordaba, “Estudio”, el cual refleja y condensa todo lo anterior. Van algunos versos de los 28 de los cuales consta el poema completo. Usted lo puede leer en su libro: “Hora y 20.”

La sandía pintada de prisa

Contaba siempre

Los escandalosos amaneceres

De mi señora la aurora.

Las piñas saludaban al mediodía.

Las uvas eran gotas enormes

De una tinta esencial,

Las manzanas  oyeron estrofas persas

Cuando vieron llegar a las granadas,

Mediante la alquimia verbal de los poetas, las palabras y términos adquieren nuevas resonancias: la mesa de comer es “un monumento a los héroes”, donde se reverencia al “pescado, brillante caballero medieval.” Grande este Carlos Pellicer. Grande el poeta.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.