ES MOMENTO DE ESCUCHAR

CRISTINA AGUIRRE

POR CRISTINA AGUIRRE

Si tenemos algo en común, independientemente de la disciplina o modo de educar, es el infinito amor que sentimos hacia los hijos. Ser padres siempre será un desafío, pero hoy reconozco el inmenso reto de aquéllos que intentan darles herramientas, tiempo y atención en esta difícil etapa de exclusión.

Constantemente nos alarman las noticias, donde mencionan que en muchos lugares del mundo la depresión o la ansiedad están presentes en todas las edades, que se han disparado exponencialmente y, ojo, los niños no son la excepción. Y es más difícil detectarlas, ya que a ellos les cuesta muchísimo digerir o expresar lo que realmente sienten. No solo hablando de la depresión clínica, sino de ese sentimiento de desesperanza que puede convertirse en un tema importante si no se le presta atención a tiempo.

Ahora, si es difícil para los padres, que de todos modos tenemos la salidas “obligatorias” como al trabajo o al supermercado (de perdido), imaginemos el panorama de un niño: de pronto cesaron las horas de juego durante el recreo. De un día para otro, y sin mucha explicación, tuvieron que renunciar al tiempo que tenían para sus actividades. Ese juego de intercambio de ideas, el apapacho de los amigos, no existe más… aquellas dinámicas que no son menos importantes dentro de su formación. Desgraciadamente, es algo que estas generaciones se saltaron ¡un año! Mucho para un niño, ¡si dos horas se les hacen eternas!

Las escuelas están haciendo un magnánimo esfuerzo pero, aun así, desde casa de pronto pudiera hacerse tedioso, y la falta de contacto social puede volverse en momentos agobiante. Es importante estar al pendiente de cómo este aislamiento puede afectarlos; detectar realmente cómo lo están manejando.

Recuerdo que, en uno de los cursos, nos alentaban a fortalecer los lazos con los hijos por medio de actividades que permiten conocer un poco más la personalidad de cada uno de ellos. Ver sus reacciones ante la frustración, su forma de pensar, enseñándoles también a razonar por medio de juegos y mil beneficios más que tiene el hacerlo en familia. Hoy destaco esta actividad, no solo para lo que anteriormente menciono, sino para conectarnos con ellos.

En este curso, una de las madres primerizas apelaba a la docente por el uso de la tecnología como medio de estimulación. La respuesta fue tajante: “Señora, estos medios les impiden desarrollar su creatividad y su desempeño, tanto cognitivo como su capacidad para expresarse”.

Hoy, mi risa es casi abominable al recordar esta respuesta. No creo ser la única madre en el planeta que ya agotó todos sus recursos para entretener a los pequeños en casa. Confieso y admito la culpa, en ciertos momentos ocupo ayuda de la tecnología; sobre todo con el grande, pues es el único medio de comunicación que tiene para ver a sus amigos.

En fin. Haciendo una regresión a este momento del curso, justo con este comentario (que, como les reafirmo, me causó gracia), en algo sí coincido con la licenciada en pedagogía: la interacción constante es la más valiosa herramienta para evitar cualquier tipo de bloqueo entre nosotros y ellos. El estar “al pendiente” de su sentir se volvió en un “tienes que”.

¿Cuánto tiempo más? Nadie lo sabe, pero mi fe es más grande que mi miedo; aunque no es nuevo que la incertidumbre puede generar ansiedad no solo en los adultos, también en los niños.

Específicamente hablando de mis hijos, veo que ellos también quieren respuestas y yo escucho sus preguntas. Hay algunas que necesito tiempo para responder, pero casi siempre intento que sean respuestas reales, pero sobre todo que les generen paz.

Es fundamental entender que el pensamiento de un niño no es nada parecido al de un adolescente y mucho menos al de un adulto. Inclusive las cortezas cerebrales marcan la forma de pensar o razonar según la etapa.

Encaminarlos a desarrollar la resiliencia y, sobre todo, darles las herramientas para que ellos puedan saber que sigue habiendo un mañana. Ellos necesitan esperanza. Muchos caemos en el error de pensar que todos los niños la adquieren de la experiencia. Es necesaria la intervención de los padres para orientar y que ellos logren desarrollar este proceso de la manera menos dolorosa posible.

Brindarles dosis de fe, de amor, de apoyo. Ellos cuentan con nosotros, y si ellos supieran cuánto nosotros también dependemos de ellos.

Como padres podemos formular preguntas: ¿cómo te hace sentir esto? ¿Qué te gustaría que pasara? ¿Tienes miedo? ¿Te sientes enojado? ¿Qué podemos hacer para cambiarlo? Aquí estoy contigo, quiero ayudarte.

Y si hubiera en casa alguna persona que está experimentando esta sensación de depresión o ansiedad es muy importante buscar orientación. Digamos que es como cuando salen las mascarillas de oxígeno en un avión, primero debe ponérsela el adulto y después el infante. ¿Por qué? ¡Fácil! No podemos auxiliar a nuestros hijos si a nosotros también nos falta el “oxígeno”. Es decir, imposible dar lo que no tenemos.

Hoy, la búsqueda de ayuda no es un privilegio, es una necesidad.

Un remedio eficaz para quitar este sentimiento de ansiedad es generar rutinas: respetar actividades, momentos de aburrimiento sin aparatos tecnológicos y, cuando se los brindemos, que sea por diversión, no como vía de escape.

Jugar en familia y el diálogo constante son oportunidades para escarbar un poquito en sus corazones y así detectar qué patrones o conductas se presentan como algo nuevo. Que no se echen a saco roto, porque son momentos en que los niños “se relajan” y, de cierta manera, “bajan la guardia”.

Dejemos que ellos hablen y nos cuenten cómo se sienten, sin juzgar y siempre tratando de entender, porque los que más viven el aislamiento son, precisamente, los niños. Esta noche, permitamos que ellos nos cuenten el cuento. El final feliz, en mucho y gran medida, depende de nosotros mismos.

Carlos Ruiz

Jefe de información en Saltillo360.