Entre paréntesis

El tiempo que de verdad importa

Quienes vivimos en la ciudad siempre tenemos prisa. Por llegar a una cita, por no perder una reservación, por ser los primeros en llegar al semáforo. No sé por qué, pero siempre existe la premura. Los citadinos nos hemos ganado la fama de emprendedores y “echados para adelante”, creo que también nos hemos ganado a pulso la de “ir rápido”. Lo anterior se manifiesta, especialmente, a la hora de manejar, pero no es nada más detrás del volante cuando andamos apurados.

Lo chistoso es que las mejores cosas de la vida toman su tiempo y raras veces suceden sobre agenda. Las conversaciones significativas, las vacaciones, los fines de semana recuperadores, las sobremesas largas, necesitan su espacio. Al final, estos encuentros se vuelven como paréntesis dentro de la interminables hojas que escribimos cada día a día.

Es en estos paréntesis en los que construimos los momentos que llenan nuestra vida de significado porque nos dan la ocasión para conectarnos con quienes más queremos. Así, en el espacio que se abre el fin de semana y justo en las horas en que no estamos pensando en trabajo, asuntos pendientes o responsabilidades, podemos enterarnos de lo que sucede en la vida de nuestros hermanos, acompañamos a nuestros abuelos con los achaques de la edad, compartimos las alegrías con las amistades y les hacemos ver a nuestros padres cuán necesarios son a pesar de seamos mayores.

Sin prisas, sin agenda, la vida se vuelve vida de verdad. Porque al final, cuando la vejez nos alcance dudo que recordemos las juntas de trabajo, lo puntuales que fuimos con los pagos o que nos acosen remordimientos como “caray, debí haberme quedado más tarde en la oficina”.

Al final, recordamos los viajes, los cumpleaños, las llegadas de nuevos compañeros a nuestra vida, las amistades que por algo se marcharon y nos dejaron con su ausencia. Y todo eso sucede fuera de agenda, sin cronometrar los minutos y sobre todo, sin prisa.

Es idealista pensar en una vida balanceada, con tiempos divididos de manera equitativa entre el deber y el placer, por llamarlo de alguna manera, porque la responsabilidad se impone desde su verticalidad sin dejar mucho margen para negociar.

Por eso, creo que hay que hacer un esfuerzo por abrir más espacios en los que el tiempo adquiere valor y se vuelve mucho más importante. Hay que hacerlo de manera consciente y con propósito y no dejarlo para “cuando se pueda”, “cuando me sobre tiempo”, o “luego que haya chance” de lo contrario, nos pasaremos la vida perdiendo el tiempo y dejando los momentos de valor solo entre paréntesis.

Twitter: @claravillarreal

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La autora

Es reconocida por su desarrollo profesional en el área de la consultoría en imagen personal; eficaz para hombres y mujeres.

Clara Villarreal

Consultora de imagen personal, etiqueta empresarial y protocolo Institucional y organizacional.