ENTRE EL AMOR Y EL CAOS

CRISTINA AGUIRRE

POR CRISTINA AGUIRRE

MATERINAD DURANTE EL CAOS

Antes de comenzar este “desafío pandémico maternal” (ya que puso de cabeza a todas las madres del mundo), me encontraba cursando un diplomado de crianza, así como un taller del mismo tema. Desde que nacieron mis hijos, busco este tipo de herramientas ya que, como muchas madres, entiendo y reconozco el desafío que es la crianza; ahora más que nunca con este innombrable e inexplicable virus, que nos está transformando las vidas…

Jamás en mi cabeza, cuando me imaginaba este hermoso “sueño de maternidad”, cruzó la idea de que criaría a mis tres hijos en una prolongada cuarentena.  No sé, tal vez hubiera optado por un curso “militar” (es broma, pero no tanto, como diría mi papá). Y resulta que entre más profundizo en el tema, más entiendo que la maternidad no es cosa fácil, nada, nada fácil; sin embargo, es muy, muy hermosa.

Entre el taller de filosofía para niños (que me gustaría mucho tomar), así como el del diálogo positivo, la empatía con los hijos y sus tipos de personalidades, encuentro que, más que todo, la paciencia y la empatía son de los dones “más interesantes” que puede tener una mamá. Yo busco los míos y, sinceramente, existen algunos momentos, como en esas horas pico, en que no me es suficiente la teoría. Eso sí, ¡amor, hay! y bastante, y podemos decir que también ese es otro don.

Por favor, no me mal entiendan, de verdad soy una madre feliz y afortunada, solo que justo cuando comenzaba a sentir que la llevaba de gane (es decir, ya no perseguía a mi hija con una bacinica por toda la casa y mis otros dos hijos estaban cada vez más adaptados a las rutinas diarias) comenzó este desafío pandémico. Sin ahondar en que a la mayoría de las mujeres nos dio por desinfectar a fondo cada rincón del hogar. Al menos aquí, ya solo me faltaba pasar el “rayo uv” para detectar cualquier tipo de secreción corporal en casa. Sube la temperatura a más de 37, “perdóname, hijito, ¡no pasas!”.

Al principio, esta travesía del COVID-19 se sintió como ese sorbo de café después de lavarse los dientes: amargo, terrible, nefasto y, después de unos varios sorbos forzados, un poco más digerible.

Y es que (sin justificar jamás, jamás ningún tipo de maltrato), de pronto en un abrir y cerrar de ojos nos convertimos de madres a educadoras, psicólogas, terapeutas, coaches motivacionales de nuestras parejas, maestría en malabares y entretenimiento infantil. Un sinfín de facetas que al final del día pueden ser ABRUMADORAS.

En algún lado leí la siguiente pregunta: ¿qué consejo le darías a una madre primeriza? Y eso me hizo entenderme un poco más, bajar un poco esta vara autocalificativa y aceptarme COMO SER HUMANO.

1.- Primero, como diría una tía, “no ande dando consejos donde no se lo pidan”.

2.- Pero, si me lo pidieran, esto les diría:

No hay fórmula perfecta para criar más que la del amor, mucho menos en una época como la que estamos atravesando. Cada hijo es tan diferente, a pesar de ser de la misma familia, con su propia personalidad, como cada madre tiene tantos dones, tantas virtudes, como tantas áreas en las que pudiéramos trabajar.

Entender que somos seres humanos y que mucho de lo que se va requiriendo en cada etapa de los hijos se irá dando y lo iremos aprendiendo. Creo firmemente que todas aquellas cosas buenas que podemos manifestar como madres surgen del amor maternal y ese no se consigue en catálogos.

Entender que lo que aplica con algunos niños, puede ser que con otros no. Pero la maternidad es tan maravillosa que vamos conociendo y entendiendo cada día más las necesidades de nuestros hijos en su exclusividad.

Y claro, por más estudios, inclusive siendo una erudita en términos de pedagogía infantil (y yo no los tengo), seguirán apareciendo esos momentos donde seguiremos persiguiendo niños por el comedor para que se coman las verduras; limpiando esas manchas (que espero en Dios sea chocolate) de los sillones. De pronto seremos “las buenas” y algunas veces “la malas”, pero siempre madres que aman, madres que aprenden y que cada día que sus hijos crecen, igual su maternidad va creciendo, madurando… y se perfeccionará cuando lleguen los nietos.

Y es ahí donde, aún en esas horas difíciles, afirmamos que, sin chistar, volveríamos a hacerlo una y otra vez, porque ser madre es un “privilegio divino”.

La autora

Licenciada en Derecho, egresada de la Facultad de Jurisprudencia, escritora activa. Esposa y madre de tres hijos. Dedicada a la crianza y siempre en la búsqueda de contribuir a su formación y su entorno.

Carlos Ruiz

Jefe de información en Saltillo360.