En el siglo XXI todavía hay caballerosidad

¿Será que el Manual de Carreño necesita actualizarse? Hoy en día la Caballerosidad existe con diferentes matices

Por: Anjo Nava

En mi época universitaria tuve un amigo cinco años mayor que yo, a quien conocí en una clase de primer semestre. Él estaba por graduarse, pero había reprobado esa materia y después la arrastró cual grillete el resto de la carrera. Hablábamos de mujeres y deportes como cualquier par de compañeros antes y después de entrar al salón.

Cuando por fin se tituló, me invitó a tomar una cerveza para festejar.  Recuerdo que quedamos de vernos en un bar poco concurrido que invitaba a la charla. Intercambiamos anécdotas de vida, me contó su intención de trabajar como académico en otra institución y demás. También hablamos de nuestras novias y de lo bien o mal que íbamos con ellas. Nos divertimos y al final de la noche me señaló su automóvil y ofreció llevarme a mi casa. No estábamos lejos y accedí.

Entonces se acercó a la entrada del pasajero, metió la llave a la cerradura y la giró. Yo di un paso atrás, sorprendido por el acto y él, sin darse por advertido, abrió la puerta para que me subiera. Cuando me acerqué, mi amigo rodeó el vehículo hasta su lado, hizo lo propio y se metió. En el camino no ocurrió nada extraño, seguimos la conversación que quedó pendiente y, al llegar a mi domicilio —en aquel entonces, el de mis padres— nos dimos la mano, bajé y entré al edificio. Debo confesar que su gentileza me pareció exótica, por describirla de alguna forma e, incluso, por un segundo dudé de sus intenciones.

Tras haber sido testigo en su boda y otras situaciones cercanas años después, entendí que mi amigo tan sólo era y se comportaba como un caballero y practicaba la cortesía sin considerar el género de quien la recibía. A partir de ese instante, imité su práctica. Tiempo después, aún casado, se convirtió en un padre admirable mientras yo pasaba por un periodo de soltería incorregible, en el cual intenté salir no sólo con la mayor cantidad de mujeres posible, sino con la más diversa también. Una de las tantas cosas que descubrí en ese lapso es que ninguna de ellas, jóvenes o maduras, progresistas o conservadoras, hippies o fresas, vio con desagrado que le abriera la puerta de mi auto.

Por el contrario, todas, sin excepción, lo agradecieron. Sin embargo, recientemente he notado que, aunque la tendencia prevalece, las reacciones en definitiva han cambiado. Muchas chicas parecen haber tomado ciertas atenciones con el mismo asombro con el que yo recibí el gesto de mi amigo aquella vez. La sociedad las relaciona con el cortejo y de alguna forma han caído en desuso. Sin embargo, creo que valdría la pena seguir implementándolas.

Ofrecerle abrigo a alguien en cuanto manifieste señales de frío. Acompañarla a su puerta, cerciorarse de que la cruce y esperar a que la cierre. Caminar junto y no delante de ella y ser puntual. Escuchar y atender sus opiniones son actitudes clásicas del comportamiento gallardo y que trascienden el paso de las épocas y las tendencias otras prácticas de caballerosidad

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