Elogio de la carne asada 3/3

Es un elemento divino el cual nos da pertenencia, patria

A usted le gusta que lo identifiquen al decir “México” y que venga a la memoria una infame telenovela (“culebrones”, dicen los ibéricos), la inefable “selección” de futbol soccer infantil o bien, que al nombrar a nuestra patria se nos identifique con una buen asado, con la mar limpia y azul de nuestras playas y costas, con el chile en nogada, con el mole rojo o negro o de plano, con el mexicanísimo tequila que duele harto en el gaznate al pasarlo puro y primigenio? Para usted estimado lector, ¿qué o con qué identifica a nuestra patria?

Lo vimos la columna pasada, para los argentinos y en especial para ese escritor garboso y alto como pocos, Julio Cortázar, su país, Argentina, es tan querido como “un pez panza arriba…/ lleno de vientos”, donde el que “come los asados” “le tira los huesos…” El poema es largo y doloroso. Bello como todo lo que salió de la pluma del autor de “Rayuela.” Y vemos entonces que el alimento, en este caso, una carne asada, no es sólo un pedazo de res o de cordero tostado en la brasa ardiente, no; es carne la cual nos da identidad: es símbolo, rito, arquetipo y comida familiar la cual se convierte en arquitectura y andamiaje de todo un pueblo, un país. Así ha sido siempre en la historia de los pueblos y de los tiempos.

Un poeta lusitano, Ledo Ivo (1924-2012), de verbo como tempestad, como océano, y en un diálogo (réplica) con ese otro faro señero portugués y universal a la vez, el inconmensurable Fernando Pessoa, no duda en definir a su patria, a Portugal, como un país con el “olor del azúcar en los almacenes portuarios” “las lisas que se debaten en las redes de los pescadores/ y las trenzas de cebolla enroscadas en la tiniebla…” ¿Ya lo vio estimado lector? El alimento no es sólo engullir, mascar y deglutir. No. Es un elemento divino el cual sí, nos da pertenencia, patria. Por eso de la importancia del asado en nuestra cultura, la importancia de compartir en este norte nuestro una buena carne asada.

Las referencias al asado son ingentes y de linaje escogido. En el canto XIX de “La Odisea” del divino Homero, aquí se deletrea y milimétricamente un buen asado, uno de tantos banquetes en que asiste Ulises o bien, Telémaco. Autólico al recibir a Ulises, manda a sus hijos a preparar un fastuoso banquete, que se cuenta así: “Y trajeron un toro robusto: tenía cinco hierbas/ y. después de arrancarle la piel, separaron los miembros/ y, cortada hábilmente la carne y clavada en espiches,/ con destreza la fueron asando e hicieron las partes./ Luego allá hasta la puesta del sol se quedaron comiendo/ sin que nada faltase en el bien repartido banquete…”

¿Lo notó? El asado, la carne asada es para una cofradía sin prisa y sin final; es gusto, placer, apetencia, charla sin fin, cohesión fraterna y social. Sin duda, si hoy fuese la última cena del maestro Jesucristo antes de partir al cadalso, lo haría comiendo una buena carne asada aquí en el Norte y como la precariedad era su gesto y sino, tal vez y sólo tal vez, él y sus 12 acólitos se hubiesen bebido una buena y refrescante caguama que alcanza para todos… ¡Salud!

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.