EL TÍTULO NO ES LO IMPORTANTE EN ESTA COLUMNA DE OPINIÓN

EL TÍTULO NO ES LO IMPORTANTE EN ESTA COLUMNA DE OPINIÓN

Y el subtítulo tampoco

Después de algunos generosos días de descanso, no sé por dónde comenzar a escribir. Hace un buen tiempo que no escribo algo así, de improviso. Y claro, quizá algunos no lo saben o no les pasa por la pensamiento, pero detrás de estas letras hay una persona. ¿Alguna vez lo han visto de esa forma? ¿Me han imaginado escribiendo? Entiendo si la respuesta es no, a mí solía pasarme lo mismo: asociaba al escritor con el libro, más no personificaba en mi mente alguna cara. Sin embargo, aunque el texto es la metamorfosis del autor, no basta con el texto solo para construir la historia de la persona por quien fue escrito. La última vez que les escribí así, de manera tan directa y en forma de flujo de consciencia, yo era distinta. Antes de estos 17 días de “comer, rezar y amar”, yo era otra, sin dejar de ser la misma. Y, siendo realistas, es sorprendente cómo ustedes no tienen la menor pista. Para algunos de ustedes, mis estimadísimos lectores, yo soy este papel impreso o esta publicación digital, y así ha sido cada viernes desde que me integré a este proyecto casi tres años atrás. No tiene nada de malo, por supuesto que no; es más, qué alegría que vean mi cara, mi voz y la silueta de mi cuerpo en la construcción del lenguaje, la ortografía y la sintaxis. De alguna forma, aquí soy inmortal o puedo declarar este texto como inmortal sólo con escribirlo (“este texto es inmortal”); y cada que vuelvan a esta página y lean esa línea, seguirá siéndolo, así hasta que la última persona en el mundo que leyó esto olvide que lo cree yo. Pero en fin, volviendo al punto central: aunque mi foto y mi descripción en esta página es siempre la misma, yo también soy humana y también me pasa la vida.

Más que una serie de párrafos semanales, aquí se expresa el conjunto de pensamientos que de normal me pasan por la cabeza. Aquí nada son verdades absolutas, no tengo ni la experiencia ni la valentía para asegurar por sobre todas las cosas ni la mitad de lo que les escribo y que de muchas formas nos conecta; pero eso no quiere decir que no exista. Ay, mi querido lector, usted y yo nos hemos dicho tan poco. Cómo me gustaría poder cobrar vida en esta página y dialogar con usted acerca de lo que quiera, lo que más le gusta; ya sabe, conocernos, pero conocernos de verdad. Múltiples veces lo imagino a usted y a todos mis lectores leyendo esto y procuro dejar rastros visibles de amor, confianza y empatía a lo largo del texto por si algún día se quisiera acercar a mí en serio. Si ya de por sí existe en nosotros esta conexión, este breve intermedio espacio-tiempo donde usted se pone cómodo y yo le intento hacer pasar un buen rato, imagínese vernos a los ojos y abrazarnos. Yo hubiera sido la persona más feliz del mundo si Cortázar y yo hubiésemos coincidido en vida y tener la oportunidad de ponerle cara a sus cronopios, sus rayuelas, sus verdades y sus mentiras, sus nostalgias, sus gatos y sus alegrías; hablar de forma políticamente incorrecta, llorar juntos por todo aquello que nos aqueja de la misma manera y simplemente cerrar ese círculo que se creó en la primera página que leí de él algunos años atrás. Por supuesto que yo no soy un Julio Cortázar, pero aquí me tiene, en vida, coincidiendo en la misma Tierra. La puerta está siempreabierta.

LA AUTORA

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.

María Treviño

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.