DEL ARRABAL Y SUS PLACERES (2)

La guapa mesera que me atendió muy diligentemente en un restaurante en Monterrey, reticente en un principio, por fin me dijo su nombre: Santa. Bello nombre, alto y garboso. Con destino, pues. Pero a ella no le gustaba en lo más mínimo. Ya cuando le fui platicando de la novela Santa“ del gran maestro Federico Gamboa ella empezó a sentirse mejor y de plano y casi al final, me dijo con una risotada de buen humor: ¡Ay! Mira, soy famosa y no lo sabía. ¿Dónde puedo conseguir la novela, señor?“

Santa“ de Federico Gamboa fue escrita en un periodo de tres años (1900-1902). En su momento, fue todo un éxito de lectura y morbo por el tema tratado. Una novela la cual se ha llevado al cine no menos de seis ocasiones. Pero sobre todo: una novela convertida en un segundo, en un verdadero mito.

Novela que nos retrata como mexicanos en los los últimos 30 años del siglo XIX y
principios del XX, lo platicamos en un texto pasado.

En este texto nos adentramos en el México ya perdido de esas décadas. He releído partes de la novela. En su momento la leí con placer y atención y tengo señalados pasajes y momentos que en aquel entonces me interesaban. Prometo leerla de nuevo toda y presentarle aquí en VANGUARDIA un buen resumen y anotación crítica. Sin más preámbulo van varios fragmentos donde da cuenta de bebidas, comida, gastronomía y lugares ya perdidos:

No le contestó Santa, porque en el mismo momento oyóse el estruendo de una vidriera abierta de repente y una voz femenil, muy española: ¡Eufrasia! Pide dos anisados grandes con agua gaseosa en casa de Paco; dile que son para mí…“

Maquinalmente entróse Santa en la confitería de junto al hotel, servida por señoritas muy limpias y guapas, afables, con grandes delantales claros. ¿Qué apetece a la señora?… compró caramelos…“

En una esquina, pintada al temple, destácase La Giralda, carnicería a la moderna, de tres puertas, piso de piedra artificial, mostrador de mármol y hierro… con su percha metálica, en semicírculo, de cuyos gruesos garfios penden las reses descabezadas, inmensas, abiertas por en medio, luciendo el blanco sucio de sus costillas y el asqueroso rojo de sanguinolento de carne fresca y recién muerta; con nubes de moscas inquietas…“

Las cocinas exudan incitantes olores y fugaces llamaradas de vez en cuando, que remedan incendio; y a las puertas exteriores, de par en par abiertas, se les fijaron ya susrejillas giratorias.“

La bella mesera Santa no sabía de Santa“, el entrañable personaje creado por la pluma del maestro Federico Gamboa con el cual y de la mano, conocemos la ciudad de México y sus arrabales. Bares y cantinas, restaurantes y pulquerías. Las penas y alegrías del mundo que al fin de cuentas, siguen siendo las mismas penas y motivos que hoy y aún, padecemos o disfrutamos. Gran novela.

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.