Decidir a conciencia

¿De dónde vienen nuestras frustraciones? De no tener lo que queremos, no vivir lo que quisiéramos, no aceptar quién somos, no querernos cómo somos, y buscar querer ser, tener, parecer, alguien que parece más feliz que yo

Todos sin excepción nos hemos llegado a sentir frustrados a la hora de tomar una decisión. Y es que cada decisión que tomamos va cargada de creencias, de limitantes, de inseguridades, de habilidades aprendidas. Hay personas que por personalidad analizan factores positivos o negativos; lo transigible e intransigible; y hay quienes no analizan, simplemente deciden sin pensar. Y en la línea del decidir me refiero a todo; ya sea decidir comprar una casa, estudiar una carrera, elegir tal trabajo o casarme con tal persona.

Pocas veces nos detenemos a analizar ¿Qué me hace querer o necesitar esto? ¿Porqué siento una fuerza que me arrastra? ¿Qué inseguridad deseo tapar o que vacío deseo llenar? Bien decía Emile Gauvrey, “Hemos creado un sistema que nos persuade a gastar el dinero que no tenemos, en cosas que no necesitamos, para crear impresiones que no durarán, en personas a las que no importamos, ni nos importan.” Nos hemos convertido en una comunidad de consumo y de pertenencia, pero más me preocupa la poca conciencia y el arrastre excesivo de selectividad, perfección y de vanidad, que nos utiliza y desbalancea como sociedad.

¿Qué problema tienes? Analiza si eso que deseas lo necesitas o no lo necesitas; te hace feliz o no te hace feliz, si te hace falta aceptarlo, agradecerlo, disfrutarlo, o sacarlo de tu vida. Si nos detuviéramos a reflexionar al tomar una decisión, el resultado al tomarla nos dará mucha más paz, pues fue una decisión pensada a consciencia.

Hace unos días escuché una noticia que me entristeció mucho, la muerte de una mamá joven debido a la toma de unas pastillas para enflacar. Y muchas lo hemos hecho, hemos tomado decisiones acorde un problema presente ante una exigencia que no nos permitimos sobrepasar, ni siquiera nos detenemos a pensar si es parte del camino. Por ejemplo yo, en mis sobrepeso al tener a mis hijos, aceptar mi nuevo cuerpo se ha convertido en un proceso difícil. He aprendido a abrazar este cuerpo que da vida, un cuerpo que no es como el de la revista, pero que aún así es hermoso, porque he decidido aceptarlo, abrazarlo, amarlo y agradecerle por tanto esfuerzo. Y si yo deseo empezar un régimen no es para competir, sino es para sentirme mejor de adentro hacia fuera, es una decisión por mi y para mi, y elijo al mejor acompañamiento en este camino. Pero es una realidad que sentimos permanentemente la presión de estar flacas, arregladas, ser profesionistas, generar dinero, ser buenas madres, tener un cuerpazo, ser una gran pareja y tener un hogar perfecto, cocinar cómo profesionales y no envejecer nunca. Y el costo para tener esa vida perfecta, que por cierto no existe, es demasiado alto. Esto es un ejemplo de cómo en ocasiones tomamos decisiones por cumplir con una expectativa social o que me he impuesto, sin detenerme a pensar la realidad: qué tengo que abrazar, que tengo que soltar, que tengo que aceptar.

¿De dónde vienen nuestras frustraciones? De no tener lo que queremos, no vivir lo que quisiéramos, no aceptar quién somos, no querernos cómo somos, y buscar querer ser, tener, parecer, alguien que parece más feliz que yo. Y esta necesidad es inconsciente, no nos damos cuenta que muchas de las decisiones que tomamos son para cumplir con un estándar, para ser aceptadas por la sociedad, por el marido, por las amigas…

Hagamos consciencia de cada decisión que tomamos. Seamos conscientes que somos responsables de lo que decidimos, de lo que decidimos tomar, de lo que decidimos comprar, de qué persona estamos siendo, si somos genuinos o somos el títere del consumo, del cuerpazo, de la vanidad. ¿Qué deseo tapar de mi interior con tanta búsqueda en el exterior? ¿A quién deseo agradar? Cada decisión que tomo, debe retomar con mi propia consciencia, mi forma de pensar, ser y actuar, eso es autenticidad y coherencia.

Una vez escribí sobre el costo emocional que tenemos como mamás al querer hijos perfectos. Hasta el momento que dejemos de competir y busquemos crecer desde el propio camino, comenzaremos a disfrutar el gozo de la superación. Jamás seremos felices hasta que decidamos aceptar y abrazar quién somos. Decidamos mejorar por sentirnos mejor, decidamos exigirnos por crecer, decidamos convertirnos en alguien mejor cada día porque es parte de nuestra propia esencia: evolucionar.

 

Marijose César

Mamá, esposa, terapeuta y coach Internacional por la Escuela Internacional de Coaching en España y en New York University, Certificada en Superar pérdidas emocionales por The Grief Recovery Institute. Experta en Comunicación asertiva.