BENDITO VACÍO

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Saludos mi estimado lector, ¿Qué tal su semana? Espero haya sido productiva y llena de satisfacciones.

Le voy a platicar un poco de lo que fue la mía. Sin querer fue desarrollándose en función de un tema muy interesante. Seguro le ha pasado que despierta un día con unas ganas imperiosas de tirar todo lo acumulado y reacomodar aquel sofá que tiene meses queriendo mover, que abre el cajón donde acumula todo lo que no tiene un lugar fijo y de repente lo tiene lleno de “basurita” que no sabe si le servirá para luego. En el zapatero, ve aquellos mocasines que le gustan tanto, pero los dejó de usar porque los tenis se pusieron de moda (gracias a Dios), el juguetero de sus hijos, repleto de peluchitos, monitos, muñecas, rompecabezas, memoramas dispares, canicas, imanes, muñecos sin cabeza, cabezas sin muñeco y así la lista de cosas que solo ocupan un lugar en el espacio sin un objetivo fijo más que el de estorbar, y es de aquí donde se desprende “el principio del vacío”, teoría que se le adjudica a un tal Joseph Newton, que por más que hice el esfuerzo de investigar un poco de su biografía, no existe mucha información ni fundamentos, así que  no sé de cierto que tanto de esta teoría será del señor, pero a mí me suena más a las filosofías orientales, donde la simpleza de las cosas y los estilos minimalistas, tanto en lo material como en lo espiritual son populares.

“El principio del vacío” nos habla sobre la importancia de mantener nuestro entorno sin acumulaciones, cosas viejas, rotas, oxidadas, inservibles y sin uso, es decir, en palabras más descriptivas, cambiar la basura, la chatarra, lo viejo, por las acciones de renovar, reacomodar, liberar, sustituir. Esto, como todo en la vida, tiene una enseñanza profunda, al comprender que el entorno es un reflejo de nosotros mismos, es decir, si no dejamos espacio vacío, no hay lugar para cosas nuevas, experiencias nuevas, energía nueva, es como si tuviera usted un vaso rebosante de agua, jamás tendrá lugar para verter agua nueva y refrescante que le de vida al contenido del vaso, no fluye, no se oxigena.

Lo mismo pasa en nuestro interior. Si no dejamos espacios vacíos, si no practicamos el silencio interior, siempre tendremos historias que contarnos a nosotros mismos haciendo uso del rencor,  del dolor. Es un abuso de nuestro tirano interno obra de los propios miedos, por lo tanto, apreciado lector, lo invito a reflexionar.

¿Qué le gustaría llegara a su vida como experiencia nueva y renovadora? Y en medida de esto, ¿dónde tiene que hacer lugar al vacío? (tanto en su entorno como en la mente). ¿Cuándo quiere que le suceda? Por lo tanto ¿Cuándo comenzara a hacer espacio?, lo dejo con estos planteamientos por el momento y le deseo que su fin de semana sea placentero, relajante y lleno de paz donde penetre el silencio. Se despide su siempre agradecida tapatía anorteñada.

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María Arquieta

Tapatía viviendo la experiencia norteña, diseñadora de modas de profesión, amante de las expresiones humanas artísticas, coach ontológico, formándome para ver amor, donde los demás no lo creen posible.