BEBIDAS PAL`…¡CALORÓN! (4)

Lo dijo Ficino cien años antes de Cristo: “El hombre se hace sabio sentado.”  Y añado desde mi pálido alfabeto: con una cerveza bien muerta en la mano, pues es mejor. El  erudito Marvin Harris lo sabía: no es un descubrimiento de un día a otro, pero sí es un tejido armonioso y una estructura cultural que deshace mitos y entuertos: las levaduras, esenciales para la producción del pan y la cerveza, cuando se descubrieron (por intuición y casi azar, como casi todo lo importante en el mundo) fue lo que hizo posible que el ser humano dejara de lado el nomadismo (pueblos primitivos), se convirtiera al sedentarismo, empezara a meditar, a pensar y así, con el paso del imbatible tiempo, llegar a lo que usted y yo hoy disfrutamos: las grandes ciudades y civilizaciones. Eso llamado el avance de la humanidad. 

Y qué mejor actividad para hacerse un hombre culto, de conocimientos variados, ser un sabio, vaya, aquello enseñado por el filósofo Ficino: la actividad de estar inmóvil (oxímoron de por medio), sentarse a pensar, a meditar mientras se disfruta de un buen tarro de gratificante cerveza (soy fanático de la Cerveza Indio o Negra Modelo) en la diestra. 

Usted y yo lo hemos repasado aquí, lo voy a recordar rápidamente. Si tomamos la Biblia como uno de los varios orígenes y semillas de la humanidad, usted recuerda que el primer milagro que realizó públicamente el maestro Jesucristo fue uno de tipo gastronómico, convirtió el agua en vino en una boda (Juan 2.1-11). Es decir, la metáfora propuesta es obvia: Jesús convierte el agua de unas tinajas (agua bautismal, pura y espiritual) en un vino agradable (vitalidad embriagadora) que posibilita la charla dilatada, el convite en sociedad, el ágape, el brindis, el chocar los tarros fraternalmente, sin tener nada de culpa este placer epicúreo, tan perseguido hoy en día por culpa morales de los sacerdotes católicos o gobernantes miopes.  

Ahora bien, note usted que el maestro de Nazaret trazó con su vida un arco de destino tan manifiesto, que pasa desapercibido para todo mundo que va al Templo o a la Iglesia a recitar un rito sin meditar (ecolalia): transformó el agua en vino y compartió el fiestón de las bodas de Caná (cena, baile y tragos), y cuando fue al matadero en el Monte Calavera, un día anterior, invitó a sus discípulos a… cenar y beber. La bebida (vino, agua, cerveza) como centro del universo de la tertulia, charla, placer compartido, risa, camaradería y… evolución de los involucrados: la tribu toda.

En un esplendido texto de investigación científica publicado en su tiempo por “El País”, se lee: “La levadura que se emplea para elaborar la cerveza se domesticó por pura intuición, mucho antes de que la humanidad descubriese la existencia de los microbios. De hecho, los primeros intentos de producir esta bebida datan de por lo menos hace 3 mil años.”  

Seguiremos con una entrega más para paladear refrescantes tarros de cerveza, pero va por hoy: desde una lujosa habitación del Ritz de París, y en sus últimos días sobre la tierra, Marcel Proust solicitaba refrescantes jarras de cerveza. James Joyce hace espetar a uno de sus personajes: “Tinas de cerveza oscura, maravilloso.”

Jesus R. Cedillo

Escritor y periodista saltillense. Ha publicado en los principales diarios y revistas de México. Ganador de siete premios de periodismo cultural de la UAdeC en diversos géneros periodísticos.