ARQUEOLOGÍA EN ÓRBITA, MUSEOS MÁS ALLÁ DE LA TIERRA

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Los objetos dejados por la humanidad en diversos cuerpos celestes serán útiles para descifrar nuestra expansión por el espacio

Mucho antes de que el turismo se afianzara en el siglo XX, las personas se enlistaban en una peregrinación religiosa a Tierra Santa, el Camino de Santiago o a La Meca. Otra posibilidad era hacer lo que en el siglo XVI se conoció como el Grand Tour: una costumbre muy extendida entre los jóvenes aristócratas ingleses que finalizaban sus estudios. Consistía en completar su formación con un viaje de unos cinco años por Italia, Francia y Grecia. Gracias a la importancia de esta práctica surgió la palabra turismo.
Los privilegiados viajeros exploraban las ruinas de antiguas civilizaciones, donde los jóvenes podían entrar en contacto directo con el legado material de los imperios y aprender más sobre su auge y colapso.
Los ‘turistas’ del siglo XXII podrán conocer antiguas civilizaciones pero en el espacio: en planetas, asteroides y en cometas donde desde 1957 se empezaron a acumular las huellas y vestigios de la exploración humana.

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Patrimonio extraterrestre

Neil Armstrong dejó en la superficie lunar mucho más que sólo las huellas de sus botas. Entre julio de 1969 y diciembre de 1972, los astronautas estadounidenses caminaron y saltaron para las cámaras, excavaron rocas, condujeron vehículos, jugaron al golf y en especial dejaron atrás residuos, todo lo que realmente no necesitaban para el viaje de regreso a la Tierra: 187 toneladas de desechos dejados por misiones no tripuladas tanto de Estados Unidos como Rusia, Japón, India, Europa y China.
Cada nave y robot enviado a la Luna sigue ahí como un mensaje para la eternidad. En el Mar de la Tranquilidad aún permanece la sección de descenso del módulo lunar Águila y la placa que dice:

‘Aquí los hombres del planeta Tierra pusieron el primer pie en la Luna. Julio de 1969, d.C. Llegamos en paz para toda la humanidad’.

Pero la basura de una persona es un tesoro para otras. En este caso, para un nuevo tipo de científicos: los exoarqueólogos, que son los investigadores que en un futuro no muy lejano se valdrán de estos restos para descifrar nuestra actual época de expansión por las estrellas.
Los futuros visitantes podrán apreciar estos sitios y los olvidados equipos como hoy se puede apreciar el Partenón en Atenas o las ruinas de Machu Picchu en Perú.
De ahí, que ya hay quienes exigen que estos sitios sean catalogados como Patrimonio de la Humanidad. Lo que en especial preocupa es que próximas misiones privadas puedan llegar a dañar o contaminar involuntariamente los artefactos, como si a alguien hoy se le ocurriera embestir con un automóvil el templo de Kukulkán en Chichén Itzá.

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Naufragios en el espacio

Marte es actualmente el único planeta conocido completamente habitado y gobernado por robots: allí están los rovers Spirit, Opportunity, Curiosity y el recién llegado Mars InSight, que se suman a los restos de las sondas soviéticas Mars (como la Mars 3, el primer objeto humano en la historia que aterrizó en el planeta rojo), las Vikings, y otros rastros de misiones estrelladas.
En el cometa 67P descansa el módulo de aterrizaje europeo Philae y en Titán, luna de Saturno, desde 2005 está la sonda Huygens. Lo mismo sucede en Mercurio, Venus, los asteroides Eros, Itokawa y Ryugu y el cometa 90/Tempel: en cada uno de estos cuerpos celestes quedan marcas de la presencia humana.

¿A quién le pertenecen?

Existe un vacío legal. Así nació lo que se conoce como derecho espacial. El corazón de esta nueva rama es el Tratado sobre el espacio ultraterrestre que entró en vigor en 1967, si bien no todos los países lo han ratificado.
En 1963, la ONU declaró que el espacio y los cuerpos celestes quedaban abiertos para su exploración, pero no debían ser objeto de apropiación por ningún Estado.
El articulo VI del Tratado de 1967 dice que la propiedad sobre los objetos no se cede ni pierde por el pequeño gran detalle de haberlos situados en el espacio o sobre un cuerpo celeste. Los objetos espaciales son similares a los naufragios de buques gubernamentales. Siguen siendo de su propiedad. El problema está en que nada garantiza su protección frente a futuros visitantes.

Los museos así se extenderán más allá de la Tierra,

como seguramente también lo harán sus tiendas de souvenirs.

Sonia Valdés

Periodista de Vanguardia desde 1989. Editora de Omnia, Hogar y suplementos como PERIODIQUITO y CAMPUS Enlace Universitario. Maestra de inglés a nivel secundaria y una gran entusiasta de promover los valores y la importancia de practicar un deporte. Con un especial cariño por el beisbol.