APERTURA

Te puede interesar: Respetar la fila sin perderse en la pantalla

Tendemos a los grupos. Hay algo tribal  en nuestro interior que nos llama a hacer fuerza entre varios con pensamiento similar o el mismo vecindario cultural.  Sin embargo, vale la pena echar un vistazo a la realidad de los grupúsculos para darse cuenta que, sin duda, no es lo mejor para una comunidad.

Grupúsculo es un grupo de personas  que interviene activamente en algún asunto frente a otros mucho mayores. Aunque está claro que tenemos una tendencia a la comunidad, no todos tendemos al grupúsculo.

No todos. Hay tipos de personalidad que, por su naturaleza, huyen un poco de los demás, que se retraen. A estos, les es difícil convivir con otros. Pienso en el meme de un Kurt Cobain  sentado solo, sobre el suelo en una esquina, al lado de su guitarra y de las maletas de utilería, con un cigarro encendido y la leyenda: “un piscis socializando”.

Sin embargo, siempre buscamos al menos a uno como nosotros, con quien  estemos cómodos. Buscamos a aquél con quien tenemos algo en común. Alguien que haya crecido con nosotros, que conozcamos -aunque sea de lejos-, que nos suena el apellido o la familia. Alguien con quien compartimos aficiones, negocios, deportes, entre otros.

Muchas veces terminamos haciendo grupúsculos dentro de los grupos, por intereses en común. En política lo vemos como las “tribus de los partidos”, en el cine, por ejemplo, lo podemos ver en los actores, productores y guionistas recurrentes, que trabajan juntos en diferentes proyectos. En los negocios es semejante: ciertas familias se alían y buscan su versión del éxito juntos. Siempre ha sido así.

Insisto, hay un instinto que nos mueve a estar junto con otros como nosotros. Sin embargo, volviendo los tipos de personalidad, en el otro extremo, hay quienes disfrutan el reto de conocer a alguien. Para algunos ser parte de un grupo es un bien preciado y pretenden conservarlo, y hay otros, distintos, que quieren vivir de alguna manera en la frontera conociendo nuevas personas y, si hay valor, añadiéndoles al grupo.

El espectro va desde explorar lo desconocido (buscando nuevos recursos) hasta conservar lo que tenemos.  Lo que con frecuencia no vemos con claridad es que ambos son necesarios. Estamos tan inmersos en nuestro papel de buscar lo nuevo o conservar lo que hay que vemos al otro como al enemigo. Cuando para la comunidad es tan necesario el que conoce lo nuevo, con el riesgo que conlleva, como el que se atiene a lo conocido.

Es decir: quedarse solo con lo que hay, sin buscar novedad o innovación, es receta certera para no sobrevivir. Estar abierto a todo, todo el tiempo, también conduce a la perdición.

La apertura se trata de reconocer que todos somos necesarios, así como somos.  De que, tanto los que empujan las fronteras como los que las cuidan, tengan su lugar y su respeto, porque ambos son requeridos para la supervivencia de la población.

Y, de vuelta al círculo social cercano, ser consciente de que, por ejemplo, el esfuerzo que hace la nuera -así como es- de participar de las tradiciones familiares de su esposo, es valioso e importante. Pero también es importante que la familia deje que, con la presencia de alguien nuevo, se incorporen nuevas tradiciones.

En la escuela, por ejemplo, que el alumno nuevo aporte al grupo establecido y se convierta en “parte de” es primordial. Que la familia nueva tenga manera de pertenecer a la comunidad es bueno para todos. Que las familias vean a la familia nueva con alegría y esperanza, es lo mejor que le puede pasar a esa comunidad.

Es bueno que nos enseñemos a hacer, tener y mantener amigos nuevos. Que estemos abiertos a los demás, aunque no hayan sido parte de nuestra infancia o de nuestro vecindario cultural. Es bueno para nosotros y clave para la educación de nuestros hijos.

Que entiendan que lo que tienen no se pierde estando abierto a lo nuevo, sino que se enriquece y mejora. Al final, la verdad es apertura. Pero hace falta madurez para poseerla. Hace falta entender que todas las personas tienen algo valioso que aportar si tan solo fuéramos capaces de poner suficiente atención.

 

 

Jesús Santos

Educador con amplia experiencia en la formación de padres de familia, docentes y alumnos. Especialista en personas. Intenta todos los días educar en libertad. Regio de origen. Actualmente dirige el North Hill Education System en el norte de la ciudad. Papá de 4, esposo de una para toda la vida.