AMOR

AMOR

A la una, a las dos y a las…

¿Con qué sería apropiado “comenzar” de nuevo? ¿Qué puedo dejar escrito en este segundo viernes del año que no haya sido escrito anteriormente? Han existido tantos otros antes de mí. Tantos genios de galardón y de closet, amantes de la luna y cartógrafos de curvas y lunares. Tantos elogios a las perlas de la boca, a las golondrinas que nunca volverán, a las Magas y los Oliveiras. Tanta vida y tantas vidas hechas letras. Inmortalidad.

Definitivamente, no hay prudencia para proseguir sobre esta línea. Entonces, como casi siempre sucede o como sucede casi siempre de unos ayeres para acá, habrá que hacer de la imprudencia aliado y no enemigo (como diría Benedetti: “extra seca y sin hielo, por favor”).

Sí, imprudentemente ha sido todo dicho y queda recopilarlo, sanarlo y hacerlo volar en otros cielos y otros brazos. Eso es lo bello: cómo las mismas palabras se reflejan distinto, se articulan distinto, se viven distinto. Nadie pensaría repentinamente en la posibilidad de que las Tres Carabelas avancen a la inversa y, sin embargo, lo han hecho. No es común desdoblar 98 minutos y eternizarlos, aguardando su turno en un cajón; y, aunque no me lo crea, aquí los tengo, contaditos uno-a-uno. No es lo mismo leer “Tus ojos son ventanas de luz al infinito” que leerse infinitamente como esa ventana de luz en otros ojos. No es lo mismo lo que siento mientras escribo esto que lo que sentía hace dos días en otra piel y otro texto. Y así podríamos seguir sin parar, sin dormir el sueño que a veces duermen los grandes temas por nosotros, pensando en la posibilidad de la misma posibilidad que tiene el todo.

Podrá haberse dicho casi el absoluto, pero seguro que no pasa lo mismo con los sentimientos. Todavía no hemos sentido todo. Y, si bien queda mucho por sentir, entonces habrá algo qué decir al respecto. Uno no necesita ir a Roma para sentir amor, pero puede leerlo a la inversa e imaginarse que a-m-o-R termine con mayúscula y sin punto final. He ahí algo qué decir a raíz de un sentimiento que falta por sentir y que todavía no existe (o sí, vaya usté a saber). Espero que nadie piense que ya lo ha sentido todo, sería muy aburrido aceptarlo. Siempre hay un miedo nuevo, una canción nueva, un atardecer que no volverá a ser igual y que mueve otras fibras. Siempre se puede presentar la oportunidad de sentir el amor más allá de las cuatro letras, y cuando esto sucede, difícilmente puede uno decir nada. Lo podemos comprobar, por ejemplo, con Pedro Salinas, con su “lo que eres me distrae de lo que dices” y su “y ya no quiero otra cosa más que verte a ti querer”. Yo tampoco quiero ya otra cosa; hace tiempo que el deseo y el querer hicieron el amor y la paz conmigo y mi realidad.

Este texto ya no dura más que estas últimas palabras, pero ha sentido mucho. Espero que tú, querido tú, hayas sentido lo mismo.

LA AUTORA

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.

María Treviño

Joven apasionada por las letras, heredo de su madre y abuela los deseos de contar historias, con apenas 19 años de edad, María Treviño ya sabe lo que quiere en la vida, escribir es la máxima expresión de su existencia.